La responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios tiene un orden jerárquico y supremo, en relación con el orden y la diversidad de grados establecidos en este orden, desde lo natural hasta lo celestial, sin superioridad en su línea, es Jesucristo el principal después del Padre, de manera que únicamente el Padre es superior en esencia: “Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo: El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1.1 al 3 – RVR1909). Hemos mencionado en otra ocasión el significado de la expresión: “Y la tierra estaba desordenada y vacía”. Entonces: ¿Qué representa “… y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía…” (Génesis 1.2 – RVR1909).
La existencia está determinada en tres dimensiones: natural, espiritual y celestial: “Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre, es de la tierra, terreno: el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terreno, tales también los terrenos; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y como trajimos la imagen del terreno, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15.46 al 49 – RVR1909). La tierra desordenada y vacía, es un simbolismo de la ausencia o falta de respeto a la autoridad establecida por Dios, situación presentada con los ángeles caídos, además entre los seres humanos, aquellos que son incrédulos, inmersos en las tinieblas, figura de confusión, desconocimiento y máxima ignorancia. En el caso de Jesucristo, siempre será representación de la Luz: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida” (Juan 8.12 – RVR1909).
El origen de la existencia se inicia con la energía, fuerza y poder del Amor de Dios Padre, que es el mover del Espíritu de Dios, demostrado cuando se acompaña por primera vez con su propio Hijo, a quien establece como el primero y principio, tanto de la Creación como de la Resurrección: “Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten: Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado. Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, Y por él reconciliar todas las cosas á sí, pacificando por la sangre de su cruz, así lo que está en la tierra como lo que está en los cielos” (Colosenses 1.17 al 20 – RVR1909). Luego en el fin del orden, cuando termine todo sistema corrupto, reinará la incorrupción por completo, entonces el Hijo entregará el reino a Dios Padre y se cumplirá lo siguiente: “Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin; cuando entregará el reino á Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad… Mas luego que todas las cosas le fueren sujetas, entonces también el mismo Hijo se sujetará al que le sujetó á él todas las cosas, para que Dios sea todas las cosas en todos” (1 Corintios 15.22 al 24 y 28 – RVR1909).
El Hijo aprueba o da por bueno cada segmento de la creación del Padre: “Y vió Dios que la luz era buena…” (Génesis 1.4 – RVR1909, 1.10, 1.12, 1.18, 1.21, 1.25, 1.31), sin embargo, el Hijo se arrepiente del comportamiento y conducta del ser humano, al ver la práctica de maldad entre las personas: “Y vió Jehová que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y arrepintióse Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y pesóle en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré los hombres que he criado de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo: porque me arrepiento de haberlos hecho. Empero Noé halló gracia en los ojos de Jehová” (Génesis 6.5 al 8 – RVR1909). Recordemos que el Hijo es el ejemplo supremo de fidelidad y lealtad a la voluntad del Padre. Jesucristo tiene la primacía en la dignidad íntegra, es lo más sublime que esta humanidad en su historia ha logrado presenciar. Así en la época de Noe la maldad en el planeta es purificada con agua mediante el diluvio, posteriormente el Hijo escucha a Abraham, cuando él intercede por los justos de las ciudades de Gomorra y Sodoma, antes de recibir con fuego, el castigo más severo. Esta fue una lección de ejemplo y escarmiento, de manera que la humanidad aprenda y evite el mismo camino, para que asuma su responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios. No obstante, la historia de la humanidad demuestra una incompetencia para administrar y gobernar la creación, impera la anarquía, confusión, desconcierto y desorden:
“Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma: y Abraham iba con ellos acompañándolos. Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo á Abraham lo que voy á hacer, Habiendo de ser Abraham en una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las gentes de la tierra? Porque yo lo he conocido, sé que mandará á sus hijos y á su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor de Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, Descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, saberlo he. Y apartáronse de allí los varones, y fueron hacia Sodoma: mas Abraham estaba aún delante de Jehová. Y acercóse Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá hay cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré á todo este lugar por amor de ellos” (Génesis 18.16 al 26 – RVR1909).
Dios Padre ha establecido a Jesucristo como el Juez, para realizar el juicio a las naciones, para que todos honren al Hijo como honran al Padre:
“Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo; Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendrá á condenación, mas pasó de muerte á vida. De cierto, de cierto os digo: Vendrá hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios: y los que oyeren vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dió también al Hijo que tuviese vida en sí mismo: Y también le dió poder de hacer juicio, en cuanto es el Hijo del hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán á resurrección de vida; mas los que hicieron mal, á resurrección de condenación. No puedo yo de mí mismo hacer nada: como oigo, juzgo: y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, mas la voluntad del que me envió, del Padre” (Juan 5.22 al 30 – RVR1909).
El sentido común de convivencia humana para mantener el orden, es la existencia de la normalización del comportamiento y conducta. Aunque aparentemente la dirección y regulación de Dios, al posibilitar en el Edén toda clase de árboles para alimentación, además del árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal, pareciera que ofrece al ser humano el libre albedrío de elección, porque podría escoger si come del árbol de la ciencia. Esta libertad de ninguna manera es un libertinaje de desenfreno, porque tampoco implica que el ser humano realice lo que quiera indiscriminadamente, o sea, sin diferenciar o distinguir su responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios. La voluntad de Dios es clara al decir: “Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás” (Génesis 2.17 – RVR1909). El verdadero poder de decisión está en hacer prioritariamente la voluntad de Dios, el verdadero libre albedrío es el libre albedrío de Jesucristo, que consisten en negar su propia voluntad y hacer la voluntad del Padre, asumir el compromiso y responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios:
“¿Quién es sabio y avisado entre vosotros? muestre por buena conversación sus obras en mansedumbre de sabiduría. Pero si tenéis envidia amarga y contención en vuestros corazones, no os gloriés, ni seáis mentirosos contra la verdad: Que esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrena, animal, diabólica. Porque donde hay envidia y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No son de vuestras concupiscencias, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y gerreáis, y no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. Adúlteros y adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad con Dios? Cualquiera pues que quisiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 3.13 al 4.4 – RVR1909).
Este compromiso y responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios, depende del grado de amor o caridad que se tenga a Dios, a uno mismo y a quienes están a nuestro alrededor. ¿Cómo explicar el amor real que no se quede en lo abstracto? La confianza plena en los planes y propósitos de Dios, la resignación a su voluntad, la esperanza y paciencia puesta en lo conocido como el tiempo de Dios, la lucha decidida por obedecer fiel y leal a Dios, la entrega completa a la dedicación y servicio a Dios, la adhesión, adoración, apego, aprecio, devoción, estima, pasión, predilección o preferencia a Dios: “Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante á él: Amarás á tu prójimo como á ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12.30 al 31 – RVR1909). Se dice que la cantidad de población mundial se acerca alrededor de los ocho mil millones de personas, además se considera que solamente entre dos o tres personas de cada ocho, se hacen llamar cristianos, pero es una minoría muy escasa los verdaderos practicantes como discípulos de Jesucristo, o sea, los seguidores que cumplen a cabalidad el siguiente texto de las Sagradas Escrituras:
“Empero procurad los mejores dones; mas aun yo os muestro un camino más excelente. Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, vengo á ser como metal que resuena, ó címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy. Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer á pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve. La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sinrazón, no se ensancha; No es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal; No se huelga de la injusticia, mas se huelga de la verdad; Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca deja de ser: mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de ser quitada” (1 Corintios 12.31 al 13.8 – RVR1909).