Diferenciar entre la justicia y la maldad
Dios dice: “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve” (Malaquías 3.18 – RVR60). Este pasaje bíblico es un ejemplo de la posibilidad de discernimiento, para diferenciar entre la justicia y la maldad, distinguir entre el que vive para servir a Dios y el que no lo hace. Luego la Biblia aclara acerca del mensaje celestial de Juan el Bautista: “… Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1.13 al 17 – RVR60). Se requiere la virtud de la prudencia para diferenciar entre lo justo y lo injusto, además de la conversión para cambiar, volver a la obediencia y la práctica de la justicia. Estas condiciones determinan la cualidad o circunstancia por la que el conocimiento natural necesita del conocimiento espiritual para la práctica de la justicia en el servicio a Dios.
Por ejemplo, mediante el sacerdocio y redención universal de Jesucristo, hay una separación visible entre quienes se quedaron únicamente como seres naturales y los que sirvieron a Dios como espirituales: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25.31 al 32 – RVR60).
Entonces, continuemos con la lectura:
“Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí… Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeño, a mí lo hicisteis… Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles… De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25.33 al 46 – RVR60).
El éxito del conocimiento natural se manifiesta en la grandeza de sus logros, del desarrollo y planificación de las gigantescas ciudades, de la acumulación de inmensas riquezas, de los grandes avances científicos y tecnológicos, de la sobresaliente capacidad y solidez económica, comercial y financiera. De la grandeza militar y territorial o del gran poderío político. Por el contrario el éxito del conocimiento espiritual se sustenta en el contribuir y tributar a Dios solidariamente, para beneficiar a los empobrecidos por el sistema de discriminación de cierta posición o status, donde se margina a quienes tienen condición social de inferioridad. En el mundo hay injustamente por causa del mismo ser humano, mucha gente muriendo diariamente de hambre y sed. El mundo natural ignora adrede la voluntad de Dios y actúa con indiferencia, por conveniencia de unos pocos e interés propio, impulsado por la avaricia, codicia, egoísmo, envidia, lucro, mezquindad, opulencia y vanidad. A pesar de quienes aprovechan, benefician y subsisten de toda la materia de extracción, existente en la misma creación natural, evaden agradecer a Dios el Creador, sin involucrarse en las prácticas espirituales o religiosas, sin compromiso moral de contribuir para ayudar a los más necesitados y a una distribución más justa de la riqueza mundial.
La vida presente y el conocimiento natural es circunstancial, espacial y temporal: “Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. Jesús, respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Marcos 13.1 y 2 – RVR60). El conocimiento de Dios es la verdadera herencia que nos lleva a la vida eterna, no se trata de cualquier adoración, conocimiento, don, práctica o promesa: “Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” (Lucas 21.5 y 6 – RVR60). Más que la exaltación y grandeza en las edificaciones, está el bien común de las personas, para bienestar y salud.
El culto racional tiene relación con la honra, respeto y reverencia en la excelencia y superioridad de lo dedicado y sagrado a Dios, mediante una fe reflexiva, que se considera con atención y detenimiento, porque es una fe meditada, pensada con plena conciencia y con entendimiento, justicia, rectitud y verdad. El ser humano por su naturaleza tiende a contender, debatir y porfiar fervientemente y con vehemencia. El humano no está exento o inmune de esta situación, aún dentro del conocimiento espiritual, muchas veces se opone y resiste a la voluntad celestial de Dios.
La Biblia dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8.14 – RVR60). Por lo tanto, de entre el mundo con el conocimiento natural, muchos son los llamados acerca del conocimiento espiritual y pocos los escogidos con el conocimiento que es celestial, según la transmisión de enseñanza, ejemplo y modelo de Jesucristo. Hay una lucha entre lo natural y lo espiritual, porque lo natural presiona por camuflar y confundir, entrelazar y mezclar con lo espiritual: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros... porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8.9 y 13 – RVR60).
Proceso de renovación y restauración
Jesús dice en la palabra de Dios: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12.30 – RVR60). Por ejemplo, la historia de la humanidad, registra a muchos en la fe que por causa de la fidelidad y lealtad, sufrieron cautiverio, destierro, esclavitud, injustas represiones, muerte, pérdida de identidad, persecución, saqueo, ultraje y violencia. La fatal combinación de la cruz de Cristo y la espada, la evangelización y el expansionismo militar, el poderío religioso, el estado imperial, la pasión desenfrenada por adquirir la fama, honores, pleitesía, poder y riquezas. Esto es el camuflaje de lo natural infiltrado entre lo espiritual, pero sin ninguna aspiración o posibilidad de lo celestial, por ser sistemas anticristo.
Hay un proceso eficaz de renovación y restauración con la formación y transición entre el conocimiento natural y el espiritual. Hay una feroz tendencia a la desobediencia y rebeldía: “De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, por tu bondad, oh Jehová” (Salmos 25.7 – RVR60). Además: “... porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud...” (Génesis 8.21 – RVR60). La Biblia dice: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7.29 – RVR60).
La rebeldía es generada en cada ser humano por su propia naturaleza humana de resistir a la voluntad de Dios, hasta que supere su condición y se sujete a Dios con el conocimiento espiritual. Cada persona tiene que asumir responsabilidad de su propia rebeldía, independiente del grado de maldad y pecado de sus progenitores en la concepción:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Salmos 51.1 al 5 – RVR60).
Este conocimiento espiritual es una renovación constante, porque la renovación continua del cristiano está en el corazón y la mente, como dice en el libro de Salmos: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmos 51.10 al 12 – RVR60). La persona con el tiempo se envejece, pero su interior se renueva de día en día (2 Corintios 4.16). Esta renovación es en el espíritu de la mente, o sea, en la intención del pensamiento, se renueva la personalidad en la justicia y santidad (Efesios 4.22 al 24). Se presenta un proceso de renovación hasta el conocimiento pleno según Colosenses 3.10: amor, benignidad, compasión, consagración, gozo, humildad, mansedumbre, misericordia, paciencia, perdón y santidad, entre otros.
La renovación es un volver en forma permanente a un primer estado u origen de la relación con Dios: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio” (Lamentaciones 5.21 – RVR60), para mantener y perseverar en el amor y la justicia de Dios. Desde un principio, el ser humano al ejecutar los estatutos y poner por obra las ordenanzas de Dios, les hacía habitar sobre la tierra con seguridad (Levíticos 25.18 al 19). Para no endurecer los corazones ni cerrar sus manos al hermano pobre, sino abrir la mano liberalmente, sin mezquindad de corazón, porque de esta forma se recibe bendición en lo que se hace y se emprende, porque es mandamiento de Dios ayudar al pobre y al menesteroso (Deuteronomio 15.7 al 11).
El cristiano siempre se renueva con integridad y rectitud, tanto en lo espiritual como en la solidaridad material. Los Salmos mencionan el caso de ejemplo del cuidado y renovación de Dios en la creación: “Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra” (Salmos 104.27 al 30 – RVR60). La Biblia menciona que Dios restaurará al ser humano su justicia (Job 33.26). En los Salmos se encuentran algunas súplicas para restauración: “Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos” (Salmos 80.3, 7 y 19 – RVR60). “Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación…” (Salmos 85.4 – RVR60).
Hay una transición entre el natural y el espiritual, donde interviene el libre albedrío de la persona, porque según sea su nivel de conocimiento así será su camino a seguir, por su propia elección o determinación de ser o no ser como Jesucristo. Pero, ¿cuál es el conocimiento que finalmente trasciende ante Dios el Padre? Tanto para el rendimiento de cuentas como para la vida eterna, la Biblia manifiesta la diferencia entre el conocimiento celestial promovido por Jesucristo, quien es nuestra predestinación. Obsérvese en el texto a continuación las siguientes palabras claves:
“... Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1.1 al 4 – RVR60).
El pueblo es destruido por falta de conocimiento de Dios
Antes del diluvio, la inclinación natural del ser humano es propender a pensar, sentir y hacer el mal: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6.5 – RVR60). Luego del diluvio cuando se establece el pueblo de Dios, resulta que con el tiempo es destruido y perece por falta del conocimiento de Dios:
“Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden... Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios... Del pecado de mi pueblo comen, y en su maldad levantan su alma. Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras” (Oseas 4.1 al 9 – RVR60).
Entonces, si hay una transición entre el natural y el espiritual, ¿por qué algunos se estancan como un tipo de círculo vicioso, sin lograr trascender al conocimiento celestial? Lo que pasa es que algunos aspiran y pretenden lo espiritual sin desapegarse completamente de su carnalidad natural. Después de la creación, cuando se establece lo ritual dentro del culto a Dios y como rito de perdón de las ofensas cometidas, se distorsiona el culto a tal grado que Dios dice: “Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales engordados” (Amós 5.21 al 22 – RVR60). También dice:
“¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios?” (Isaías 1.11 al 12 – RVR60).
Se ofrecía para el sacrificio el animal ciego, cojo, enfermo o hurtado, profanando el nombre de Jehová Dios y su altar, habiendo Dios dicho: “No ofrecerás en sacrificio a Jehová tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o alguna cosa mala, pues es abominación a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 17.1 – RVR60; Levítico 22.20). Su proceder fue deshonrar, menospreciar y hasta profanar el nombre de Dios, quien menciona lo siguiente: “… Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo?... y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? Dice Jehová” (Malaquías 1.6 al 14 – RVR60). Las manos de los infractores, llenas de crímenes y de maldad, no aceptan la corrección, presentan ofrendas indignamente y Dios les pide: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1.16 al 17 – RVR60).
Ahora bien, entre lo natural y lo celestial ¿cuál es el propósito de lo espiritual? El conocimiento espiritual es un intermedio determinante para el estancamiento en lo natural o la trascendencia a lo celestial. En el conocimiento espiritual abunda la legislación del conocimiento eclesiástico, pero algunos tienen el paradigma de fundamentar los dogmas absolutos como medio de salvación en lugar de Jesucristo, porque transmiten una rígida defensa de interpretaciones y opiniones, sobre cuestiones religiosas, más que una genuina vida, según el ejemplo y modelo de Jesucristo y la guía del Espíritu Santo (Hechos 5.32).
Solo en Jesucristo hay salvación y vida eterna
La vida no se toma a la ligera sino con reverencia a Dios el Creador, por esta razón el respeto a los demás es vital, como parte de la alabanza y adoración a Dios, quien envió a su Hijo para reconciliar, rehabilitar, reivindicar, rescatar y restaurar al ser humano.
El conocimiento celestial se demuestra con experiencia y práctica, no se queda solamente en la retórica de la palabrería de embellecer la expresión, con la finalidad de deleitar, conmover o persuadir a los oyentes, a veces basado solo en las apariencias del emisor, sin credibilidad y respaldo. No nos equivoquemos, el plan de Dios es en función del ejemplo y modelo de vida de Jesucristo, la palabra divina se vuelve en la acción humana de Jesús, quien testifica de sí mismo lo siguiente: “¿Ni aun esta escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo, el Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?” (Marcos 12.10 al 11 – RVR60). A continuación un texto determinante: “… siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2.19 al 22 – RVR60).
La Sagrada Escritura se explica claro y presenta expresiones claves, por ejemplo, la ignorancia por falta de lectura de algunos pasajes escritos en la Biblia, porque quienes edifican el pueblo de Dios y posteriormente la iglesia, desechan a Jesucristo, el coordinador principal que ha venido a ser cabeza, nosotros vamos creciendo, edificados para ser un templo santo en el Señor y morada de Dios en el Espíritu. Esta palabra de Dios dice: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4.11 al 12 – RVR60).
La Biblia cuestiona si a la segunda venida de Cristo, ¿encontrará fe en la tierra?: “… ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18.6 al 8 – RVR60). Este término de hacer justicia a sus escogidos, llama la atención la mención de la palabra escogidos. El apóstol Pedro en su primera epístola menciona:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,… edificados como casa espiritual… por medio de Jesucristo… Ha venido a ser la cabeza del ángulo; y piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (1 Pedro 2.4 al 8 – RVR60).
Jesucristo es desechado por los seres humanos, fue escogido y enviado de Dios, quienes lo rechazan y se resisten, con tropiezo en la palabra y desobediencia, se destinan a sí mismos, por su oposición a Cristo. Es el ser humano que se posibilita o se restringe por su libre elección el ser semejante en ejemplo y modelo de la vida de Jesucristo. Vamos a parafrasear lo dicho, Jesucristo es el elegido o escogido de Dios, sus seguidores por lo tanto serán quienes eligen o escogen ser como Cristo. El predestinado de Dios es Jesucristo, sus seguidores entonces serán los que se destinan por su elección ser semejantes en vida a Jesucristo, por el contrario quienes actúan como anticristianos o anticristos, son los que por su determinación deciden seguir su propio destino contrario a Cristo.
¿Cómo podemos relacionar los pasajes anteriores a nuestro mundo espiritual y religioso de todas las comunidades de fe, congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas? En el primer lugar, en respuesta a que si encontrará fe el Señor Jesucristo para su pronta y segunda venida, lamentablemente la fe estará enfocada en la diversa e infinita multitud de doctrinas y dogmas de los grupos congregacionales, denominacionales, eclesiásticos y religiosos. Por lo general, se apela y pretende en demostrar y justificar que se tiene la verdad absoluta y única. Esto sirve de cortina de humo, nublado o ruido como distractor, que desconcentra la atención y enfoque hacia la segunda venida de Jesucristo. Ejemplo de posiciones conflictivas al grado de muertes, persecuciones y torturas, por diferencias de creencias. Estas situaciones milenarias se han presentado hasta nuestros días.
Actualmente por medio de las palabras se desprestigia, denigra y difama, desde un altar o púlpito, a los supuestos adversarios en la fe. El centro de atención y exaltación es el humano mismo, por estímulo y excitación del ánimo, pasión o sentimiento, provocado por la oratoria y retórica de los adoctrinadores, en lugar de la enseñanza y vivencia del ejemplo y modelo de vida de Jesucristo a través de los actos, acciones y hechos, fruto de la actitud, conducta y comportamiento.
La legislación espiritual al comentar, interpretar y opinar a través de la creación y documentación de doctrinas y dogmas es infinito, ineludible, inevitable, principalmente en la especialidad de condenar a los demás. La libertad que hemos recibido en Cristo en el nuevo pacto, implica practicar la justicia y obedecer la fiel voluntad de Dios (Salmos 119.172). La libertad en Cristo no es hacer lo que se quiera, sino ser libre del pecado por obedecer la palabra de Dios. Esta libertad se entrelaza con la justicia, porque la libertad responsabiliza al ser humano de sus actos, ya que no está sometido por el pecado, una vez libre interviene la justicia para hacer lo correspondiente al orden y a la rectitud. Dios para dar a cada persona la libertad de la esclavitud del pecado, justifica al ser humano por medio de la fe en la sangre de Jesucristo, justificando gratuitamente por su gracia, de manera que la gloria y la honra son para Dios, es el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Romanos 3.21 al 26).
Jesucristo el árbol de la vida
Una alegoría es la representación de una idea abstracta a través de otra que tiene una relación real, es la expresión por medio de una figura literaria para transmitir el entendimiento de otra idea distinta. La Biblia presenta numerosas alegorías y simbologías.
La respuesta la encontramos desde el Edén: el árbol de la ciencia no estaba solo, sino junto al árbol de la vida: “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol…, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal” (Génesis 2.9 – RVR60). Esto representa un simbolismo y un significado, según la Santa Biblia: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida…” (Apocalipsis 22.14 – RVR60). El caso de Adán y Eva fue un asunto de las acciones: demostraron ser indignos, simbolismo a través de su desnudez o falta de las vestiduras: “Y lo sacó Jehová del huerto… Echó, pues, fuera al hombre…” (Génesis 3.23 al 24 – RVR60). Hubo una posición defensiva de justificación sin asumir responsabilidad.
También las vestiduras pueden ser vestiduras de arrepentimiento y perdón. Al principio no hay malicia, sino cuando entra la malicia se sienten desnudos, antes son inocentes. Una vez que comen, se dan cuenta de la realidad enfrentada y pasan a un estado consciente. Abren sus ojos del entendimiento, la conciencia ahora le habla al ser humano, es el conocido diálogo entre Dios y la persona. Hay una interacción entre lo natural, pasando por lo espiritual y finaliza en el conocimiento de Dios con lo celestial, cuando se completa todo el proceso establecido.
El verdadero significado de la salvación de los que lavan sus ropas, está asociado a la idea de unas vestiduras blancas junto con la dignidad: “… Y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7.13 al 14 – RVR60). Además se dice: “… y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre…” (Apocalipsis 3. 4 al 5 – RVR60).
La dignidad es correspondiente con el resultado de las acciones que hacen a la persona digna de respeto y de la promesa del galardón, en este caso de la vida eterna. Estas acciones tienen relación con la excelencia, honestidad, honor y pundonor, y todo lo relacionado con el buen comportamiento, las buenas costumbres y la sabiduría que es de lo alto: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Santiago 3.17 al 18 – RVR60). Esta sabiduría es la propuesta y promovida por Jesucristo, predicada con su ejemplo y modelo de vida, mediante sus acciones, actitud y obra. El árbol de la vida sirve para sanidad: “… Estaba el árbol de la vida,… y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22.2 – RVR60). Jesús ofrece al vencedor comer del árbol de la vida (Apocalipsis 2.7), para mantener y mejorar el estado de salud y vida espiritual, como trascendencia a la vida eterna en estado incorruptible e inmortal (celestial).
El evangelio se transmite con un tipo de sensibilidad en el Señor Jesucristo, movido por la compasión y la ternura, que muchas veces no es correspondido por el ser humano. El auge de la plenitud de la fe en el justo, se da a partir de la inspiración de Dios, por efecto de su energía, fuerza, gracia y poder transmitida con su Espíritu, para devolver a Dios lo que es de Dios. Este vínculo entre corazón y el Espíritu de Dios, se asocia muchas veces al conocimiento y la mente, para dar a Dios a plenitud con justicia lo que le corresponde, de forma auténtica, genuina, sin hipocresía, ni falsa apariencia de devoción y virtud, sino con verdadero amor a Dios, especialmente porque es el Creador y dueño de todo lo existente.
Los pasajes anteriores también aplican en el nuevo pacto a los gentiles, debido a la promesa de la fe, donde se involucra al resto de las naciones. La muerte de Jesucristo en la cruz, establece la paz, respeto y solidaridad entre los pueblos. Jesús dijo: “… Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10.10 – RVR60). La vida en abundancia es ser lleno del Espíritu de Dios, con un corazón, espíritu nuevo y las leyes de Dios escritas en el corazón y la mente. La vida abundante en nuestro Señor Jesús, corresponde a una vida cercana y consagrada a Dios, nutrida y rebosante en el Espíritu: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26.18 – RVR60).
La práctica y vivencia en Jesucristo
Los dos puntos primordiales para el análisis respectivo, en comparación al ser humano, el único con inmortalidad es Jesucristo y para ascender al cielo y acceder o habitar en luz inaccesible, no se puede como ser humano corruptible y mortal. El ser humano antes de la transgresión de pecado, representado en Adán y Eva, fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1.26 al 27, 5.1 y 9.6), luego de la muerte de Abel la procreación es a semejanza e imagen de Adán: “Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas...” (Génesis 5.3 al 5 – RVR60), resulta que el postrer Adán, que es Jesucristo, es la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1.15), sus seguidores y servidores tienen que llegar a ser a imagen de Jesucristo: “... Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8.28 al 29 – RVR60).
Por lo tanto, aclaramos que el mundo espiritual es importante y necesario, porque es un medio para dar paso entre lo natural y lo celestial a través del conocimiento de Jesucristo. Es vital la acción de congregarse para una plena comunión, ya sea en una comunidad, congregación, denominación, iglesia o religión cristiana: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10.24 al 25 – RVR60). En la reunión para las actividades, ceremonia, liturgia, el aprendizaje, docencia y enseñanza tiene que ser con la preeminencia de Jesucristo, en la práctica y vivencia. Esto significa congregados en su nombre: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18.20 – RVR60).
La Biblia dice: “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Corintios 15.45 – RVR60). La sensibilidad del desapego a lo carnal y terrenal, para que lo corporal sea morada del Espíritu Santo, hace que la persona natural deje de ser solamente natural y pueda trascender a lo celestial. La palabra de Dios confirma lo siguiente:
“... a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos” (Hebreos 12.18 al 25 – RVR60).
El apóstol Pablo afirma que carne y sangre, en otras palabras, el ser humano con cuerpo corruptible, no puede heredar el reino de Dios (1 Corintios 15.50). En el caso de Enoc y los demás mencionados en Hebreos 11.1 al 12, murieron sin haber recibido las promesas (Hebreos 11.13 y 16 y 39 al 40). Job tenía la esperanza de la resurrección y de ver a Dios (Job 19.25 al 27). Esta es la promesa mencionada por Jesús cuando dijo acerca de bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Esto significa que quienes consideran su salvación mediante el proselitismo y su religión, antes que en Jesucristo, entonces viven una fe ciega, tal es el caso de los fariseos, en una condición de comodidad y confort religioso, que se sienten ofendidos porque son intolerantes al mensaje de Jesús: “… Toda planta que no plantó mi Padre Celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15.7 al 14 – RVR60). El paradigma de la salvación por las doctrinas y dogmas, con las que se sustituye a Jesucristo.
En el nuevo pacto Cristo manda a amar a los enemigos, bendecir a los que maldicen, a hacer el bien a los que aborrecen, y orar por los que ultrajan y persiguen (Mateo 5.43 al 44; Lucas 6.27 al 31). El apóstol Pablo dice que en cuanto dependa de uno, hay que tener paz con todas las personas (Romanos 12.18). Debemos aprender a olvidar con el perdonar, siendo humildes, mansos y prudentes, ya que el mandamiento es amarnos unos a otros como Jesús nos amó (Juan 15.12). Las enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias, homicidios, son parte de los frutos de la carne (Gálatas 5.20 al 21). De las cosas que aborrece Jehová, son las manos derramadoras de sangre inocente y el que enciende rencillas entre la hermandad (Proverbios 6.16 al 19).
Características de la trascendencia al conocimiento celestial
Entre las características para identificar la trascendencia al conocimiento celestial están las siguientes: el ser humano deja de ser solamente natural cuando pasa a ser morada del Espíritu Santo, su condición espiritual es ser practicante del ejemplo y modelo de vida de Jesucristo. Esto significa que se reconoce a quienes han trascendido al conocimiento celestial, por medio de que son personas discípulas y discípulos del Señor Jesucristo. Dentro de cada congregación, denominación, iglesia o religión cristiana, en la colectividad de cada uno de estos grupos, hay individualmente discípulos de Jesucristo. Por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos en Antioquía (Hechos 11.26, 26.28). Posiblemente esta calificación proviene de los observadores externos al movimiento de Cristo, porque a lo interno su reconocimiento es por ser los discípulos de Jesucristo. La Biblia dice: “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 20.16, 22.14 – RVR60).
Esto es como una bifurcación, donde el gran grupo de creyentes se divide en dos, los que se quedan solamente como creyentes y los que en realidad o verdaderamente son los practicantes. También como la dicotomía del conjunto dividido en dos subconjuntos, el de los simples adoradores y el de los verdaderos adoradores en espíritu y en verdad. Jesús dice: “... los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad...” (Juan 4.23 – RVR60). Por lo tanto, muchos son los llamados cristianos, y pocos los discípulos de Jesucristo. La Biblia dice: “El discípulo no es más que su maestro,... Bástale al discípulo ser como su maestro...” (Mateo 10.24 al 25 – RVR60). Por otra parte, también se menciona lo siguiente: “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” (Lucas 6.40 – RVR60). El grado más alto de jerarquía en el servicio a Dios es ser discípulo de Jesucristo, pero dentro del cristianismo algunos pretenden ser más o superiores a Jesucristo, quien dice lo siguiente: “... uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mateo 23.8 y 10 – RVR60). Además dice: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones... enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado...” (Mateo 28.18 al 20 – RVR60).
No basta con ser creyentes, sino con ser practicantes, apartados de costumbres y hábitos del ordenamiento establecido en el mundo, de los sistemas de dominación de injusticia y pecado. Es la dedicación a la voluntad de Dios, con justicia y rectitud, en medio de los sistemas de vida inmoral y de todo aquello contraproducente a la pureza o moralidad (2 Corintios 6.17 al 18). El Señor hace un reclamo cuando le llamamos Señor, pero no hacemos su voluntad (Lucas 6.46), será acaso la presunción de ser discípulos del Señor sin amor de Dios, consagración y santidad, en medio de adversidad, dificultad, enfermedad, hostilidad y sin la práctica de una moderación de abstinencia, austeridad, castidad, continencia, decencia, obediencia, sencillez, modestia y recato.
Vivimos en una sociedad permisible donde el desenfreno de la conducta, está sumida en la esclavitud del pecado; inclusive considerados creyentes obedecen la palabra a medias, o sea, parcialmente. La gracia se ha tergiversado casi por completo. El pueblo de Dios está llamado a obedecer y permanecer firme hasta el fin (Mateo 24.13). La obediencia y perseverancia van de la mano, si una falla la otra fracasa.
La persona nacida de Dios, no puede aislarse del mundo, en el sentido de evadir en la sociedad el ejercicio del amor de Dios y la misericordia al necesitado, es imprescindible hacer el bien a los demás y amar a todos a su alrededor, con el fin de proveer lo necesario, ya sea abrigo, acompañamiento, apoyo, asilo, protección, refugio. ¿Qué recompensa tendría aquel que solamente ama a quienes también lo aman? (Mateo 5.46; Lucas 6.32). Sin hacer equidad y justicia para cada necesitado, porque Dios mismo hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5.44 al 48). Se requiere en forma constante las buenas relaciones con los semejantes, especialmente en ayuda mutua y bien común, justicia de Dios y sincero amor.
El fruto es el creyente practicante, se alimentan con su ejemplo quienes están a su alrededor. La templanza quiere decir moderar cualquier tipo de apetito y sujetarlo a la razón. La constancia junto con el dominio propio, estabilidad y firmeza, previenen en la persona la altivez, el enojo y la ira, en la personalidad del carácter y temperamento: “… no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo…” (1 Pedro 4.12 al 13 – RVR60).
La iluminación de la sabiduría con la obediencia, resulta en mantener un buen comportamiento y conducta al cumplir con la voluntad de Dios, a pesar de lo difícil que sean las circunstancias, según el ejemplo de Cristo (Hebreos 5.7 al 9). La obediencia a Dios, es cumplir su voluntad, según nos enseña el mismo Señor Jesús, por quien recibimos la gracia, para la obediencia a la fe en todas las naciones y para testimonio de la luz de Dios en el diario vivir.
El contraste entre lo natural, espiritual y celestial tiene diferencia y oposición notable, según se trasciende de un conocimiento a otro. Los ojos naturales tienen una visión corta y limitada, con una perspectiva de apariencia o engañosa en la valoración de lo visible. El ser humano observa el mundo desde una dimensión plana, así en el caso de la distancia considera el mundo como una superficie plana, en su análisis y apreciación ve el hemisferio terrestre como un planeta plano. Se basa en su observación durante las migraciones, recorridos o traslados de una región a otra zona geográfica, ya sea por cuestiones administrativas, étnicas, laborales, lingüísticas y de subsistencia, entre otras.
La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor en Cristo Jesús, el amor de Dios Padre y su fuerza y poder del Espíritu Santo sea con vuestra intención de espíritu. Amén. Escrito y recopilación con amor por un servidor, Frederick Alberto Mora Quesada en https://www.neobiblismo.org/