36) El Coronavirus COVID-19 es una escalabilidad de lo natural a lo espiritual.

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La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

         El Coronavirus COVID-19 es una escalabilidad de lo normal del sistema social natural, a la nueva normalización de la moderación del sistema de vida espiritual. El antiguo sistema social normalizado de convivencia, manifiesta un impasse por crisis de confusión ideológica y social, previamente al surgimiento de la pandemia del COVID-19, que tanto nos golpea como una sola humanidad, sin ningún tipo de discriminación. Este tipo de virus existe en la naturaleza, pero ocurre lo que llaman un salto entre especies, de contagio entre su huésped original hacia el ser humano. Todo este proceso es natural. En reiteradas lecturas hemos aseverado la existencia de tres dimensiones: natural, espiritual y celestial. Por fin, todo el planeta tiene que convivir con normas comunes, por ejemplo, el aislamiento y distanciamiento físico – social. Inclusive la misma comunicación mediante plataformas sociales requiere mesura, sin el atrevimiento de las personas de agraviar y ofender a los demás, por lo menos o por mínimo temor a Dios, porque nadie está exento del contagio de esta enfermedad y todos necesitamos de Dios para preservar la salud. Este comedimiento de comentarios respetuosos en redes sociales, provee los buenos modales, compostura en la actitud y la cortesía. Ahora la peligrosidad de infección del virus, impone respeto y reverencia ante Dios, contra la altivez, jactancia y prepotencia del ser humano, en sus pretensiones de maltratar y ofender a su prójimo. El quedarse en casa también es una forma de cuidar, respetar y valorar a los demás, excepto la salida por causas impostergables y urgentes de subsistencia.

 

         La tendencia social en la actualidad es la mejora individual de la actitud, emociones y sentimientos, para beneficio colectivo en el carácter y personalidad de la misma sociedad, sumado a la superación de las adversidades, dificultades, complicaciones, conflicto, pruebas de la vida y tropiezos, especialmente con el surgimiento de la pandemia. La persona que todavía con la situación actual, excluye a Dios de su vocabulario en tiempos de pandemia, tiene su corazón endurecido: “Antes exhortaos los unos á los otros cada día, entre tanto que se dice Hoy; porque ninguno de vosotros se endurezca con engaño de pecado: Porque participantes de Cristo somos hechos, con tal que conservemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza; Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron, aunque no todos” (Hebreos 3.13 al 16 – RVR1909). Mientras hay vida busquemos hoy mismo la voluntad de Dios, dejemos de provocar a Dios con nuestras acciones y actos llenos de blasfemia con la gravedad de la injuria. Se dice que esta pandemia del Coronavirus COVID-19 ha arrodillado a todo el mundo ante Dios, este es el momento de ejercer nuestro poder de decisión con toda firmeza y fuerza enfocados en Dios. La Biblia dice:

 

“Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor. Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su dehesa, y ovejas de su mano. Si hoy oyereis su voz, No endurezcáis vuestro corazón como en Meriba, Como el día de Masa en el desierto; Donde me tentaron vuestros padres, Probáronme, y vieron mi obra. Cuarenta años estuve disgustado con la nación, Y dije: Pueblo es que divaga de corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto juré en mi furor Que no entrarían en mi reposo” (Salmos 95.6 al 11 – RVR1909).

 

         El poder de decisión es una capacidad inherente al ser, de tal modo unido a su existencia sin la posibilidad de separar, con la finalidad de posibilitar la toma de elección o escogencia entre diferentes alternativas u opciones. El poder de decisión, está disponible para ser utilizado, pero cuando está inactivo o inerte, entonces es susceptible a la confusión y falta de certeza. Este poder de decisión coexiste con su contrapartida, que es la duda e indecisión a la causa, al ser consecuente y al deber de probidad, en el sentido del accionar o actuar el bien, bondad, honradez, integridad y rectitud de ánimo. Esta duda e indecisión está incorporada en el temperamento, máxime en relación con la obediencia a Dios. Las decisiones de ninguna manera son buenas o malas, sino el resultado de la decisión tiene sus consecuencias favorables o desfavorables, ya sea a corto, mediano o largo plazo. Todo ser humano tiene la voluntad natural de las decisiones cotidianas en su dimensión natural, para la subsistencia necesaria en la convivencia y el diario vivir, sin embargo, el poder de decisión tiene más relación con las decisiones de relevancia trascendental. Estas son las decisiones que atañen a la salvación del pecado y a la recompensa de la vida eterna.

 

         Este poder de decisión que trasciende en el ser humano, tiene su precedente como resolución anterior en el caso del ángel caído, previo a la existencia de la humanidad. El ángel caído es el que arrastra a otros ángeles a su propia causa, pasa por una prueba como detonante o determinante de su decisión. El resultado es sufrir sus propias consecuencias. Los ángeles arrastrados son influenciables y se dejan doblegar ante el ángel caído, incumplen el principio, valor y principio del respeto, reverencia y sumisión al Creador, aunque Dios si es respetuoso de la decisión de cada una de sus creaciones o criaturas, pero cada quien es responsable de asumir sus propias consecuencias de sus decisiones. El proceso implicado reúne un orden establecido, entre la solvencia intrínseca de los principios, valores y virtudes arraigados, seguido del momento de la prueba para comprobar o verificar la consistencia o solidez de dicha solvencia intrínseca, para finalizar en el poder de decisión de la toma de elección o escogencia entre diferentes alternativas u opciones, con la preeminencia de la conservación y mantenimiento de los principios, valores y virtudes. El propósito de la creación es servir de prueba. La Biblia dice: “¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, Y que pongas sobre él tu corazón, Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes?” (Job 7.17 al 18 – RVR1909).

 

         La creación fue creada sin daño y sin imperfección, así como el Creador es Perfecto, pero toda criatura fue creada con la capacidad del poder de decisión. Nunca la creación tuvo defecto, sino que los ángeles hacen uso de su facultad y toman su propia decisión. La consecuencia o resultado de esta decisión es lo que calificamos o definimos como adversidad, rebeldía u oposición. También encontramos el resultado de los seres celestial, que según su poder de decisión se mantienen fieles y leales al Creador. La prueba es el detonante y motor del poder de decisión: “Jehová en el templo de su santidad: La silla de Jehová está en el cielo: Sus ojos ven, sus párpados examinan á los hijos de los hombres. Jehová prueba al justo; Empero al malo y al que ama la violencia, su alma aborrece. Sobre los malos lloverá lazos; Fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos. Porque el justo Jehová ama la justicia: Al recto mirará su rostro” (Salmos 11.4 al 7 – RVR1909). La prueba hace evidente y patente lo auténtico, genuino y verdadero, porque muestra y sobresale lo mejor o peor de cada persona. Además se manifiesta en la firmeza o solidez de la actitud, carácter y personalidad.

 

         El poder de decisión coexiste con el libre albedrío, ambos tienen relación con el término arbitrio o facultad de decidir o resolver para determinar una sentencia, con el debido conocimiento de causa. Esto se confunde muchas veces con el concepto y significado de la voluntad natural, que es la resolución de la intención personal, para elegir entre una o varias opciones. El libre albedrío está más relacionado con la justicia y el juez designado para resolver una duda, en términos espirituales y celestiales atañe a las cuestiones de salvación y vida eterna. Hasta aquí, hemos mencionado las expresiones libre albedrío, poder de decisión y voluntad natural, pero sumemos otras similares, la libertad de realizar las acciones o actuaciones con responsabilidad, y el libertinaje del desenfreno en la conducta. Así formamos una lista de palabras semejantes o que se relacionan entre sí, a saber, libertad, libertinaje, libre albedrío, poder de decisión y voluntad natural. El análisis se vuelve más complejo con la inclusión del texto de Salmos 58, donde surge la pregunta: ¿El ser humano nace o se hace malvado? Será acaso que hay personas predestinadas desde su nacimiento para la maldad. Nuestra posición y análisis en otras lecturas, se afirma que de ninguna manera se nace como portador del bien o del mal, o sea, nadie desde que nace es bueno o es malo, sin haber demostrado la toma de decisiones, por consiguiente el resultado de la consecuencia de su decisión. En Salmos 58 se menciona lo siguiente (el subrayado es nuestro):

 

“Oh congregación, ¿pronunciáis en verdad justicia? ¿Juzgáis rectamente, hijos de los hombres? Antes con el corazón obráis iniquidades: Hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra. Enajenáronse los impíos desde la matriz; Descarriáronse desde el vientre, hablando mentira. Veneno tienen semejante al veneno de la serpiente: Son como áspide sordo que cierra su oído; Que no oye la voz de los que encantan, Por más hábil que el encantador sea. Oh Dios, quiebra sus dientes en sus bocas: Quiebra, oh Jehová, las muelas de los leoncillos. Corránse como aguas que se van de suyo: En entesando sus saetas, luego sean hechas pedazos. Pasen ellos como el caracol que se deslíe: Como el abortivo de mujer, no vean el sol. Antes que vuestras ollas sientan las espinas, Así vivos, así airados, los arrebatará él con tempestad. Alegraráse el justo cuando viere la venganza: Sus pies lavará en la sangre del impío. Entonces dirá el hombre: Ciertamente hay fruto para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra” (Salmos 58.1 al 11 – RVR1909).

 

         En Salmos 58 abunda el uso de simbología. También en muchas ocasiones hemos afirmado la insistente práctica bíblica de utilizar figuras literarias, símbolos y significados, que son claves o llaves para abrir la comprensión y el entendimiento. En el caso de enajenar es aturdir e interrumpir la quietud con la alteración del uso de la razón o de los sentidos. Descarriar es apartar del camino o de la conducta conveniente del deber. En ambos casos el ejemplo muestra la influencia externa del engaño y mentira, que por consiguiente perjudica al afectado. Tanto la matriz como el vientre, integran la fuente materna, con todo el proceso generador principal de la formación, desde el cigoto hasta el embrión, que luego pasa a denominarse feto. En estas condiciones de cigoto, embrión y feto, de ninguna manera hay impiedad. Lo mismo en las etapas siguientes de neonato al recién nacido, del período de lactancia en los bebés, infancia y niñez, antes de la etapa pre-juvenil. La impiedad surge desde la juventud (el subrayado es nuestro):

 

 “Todos los animales, y todo reptil y toda ave, todo lo que se mueve sobre la tierra según sus especies, salieron del arca. Y edificó Noé un altar á Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor de suavidad; y dijo Jehová en su corazón: No tornaré más á maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud: ni volveré más á destruir todo viviente, como he hecho. Todavía serán todos los tiempos de la tierra; la sementera y la siega, y el frío y calor, verano é invierno, y día y noche, no cesarán” (Génesis 8.19 al 22 – RVR1909).

 

         La impiedad es la ausencia de amor y respeto a lo sagrado, además de la carencia de sentimiento hacia el que padece o sufre desgracia. Esto es más posible en la condición cercana a la juventud, porque el intento del corazón del humano tiende a la maldad. Algunos consideran la existencia de un pecado original, pero si fuera así sería la indecisión de los ángeles que no tomaron partido, o sea, aquellos que no fueron arrastrados por el ángel caído, ni se mantuvieron fieles y leales a su Creador, sino que dudaron y vacilaron en la firmeza de obediencia y sujeción a Dios. Este tipo de indecisión ante Dios se manifiesta de forma generalizada en toda la humanidad actual, evidente en el comportamiento y conducta de las personas, salvo la excepción de ciertas minorías decididas a seguir fieles y leales a Jesucristo, quienes renunciaron a su propio libre albedrío para aceptar y reconocer como suyos el libre albedrío de Jesucristo, que dice a la humanidad (gentes): “Y decía también á las gentes: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así. Y cuando sopla el austro, decís: Habrá calor; y lo hay. ¡Hipócritas! Sabéis examinar la faz del cielo y de la tierra; ¿y cómo no reconocéis este tiempo?” (Lucas 12.54 al 56 - RVR1909).

 

         Buscar, encontrar y observar, las explicaciones que ofrecen respuesta, a la causa, motivo, propósito o razón de esta pesadilla pandémica, es utilizar las herramientas o instrumentos espirituales de los anteojos y lupa de Jesucristo. Por cierto, en su misión y visión celestial, Jesucristo renuncia también a hacer su propia voluntad, para ejercer solamente la voluntad de Dios Padre: “Y saliendo, se fué, como solía, al monte de las Olivas; y sus discípulos también le siguieron. Y como llegó á aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, Diciendo: Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y le apareció un ángel del cielo confortándole. Y estando en agonía, oraba más intensamente: y fué su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22.39 al 44 – RVR1909). Este es el libre albedrío de Jesucristo, renunciar a su propia determinación del albedrío para hacer solo la voluntad de Dios Padre. En el caso de la enseñanza y mensaje del evangelio transmitido directamente por Jesucristo, de ninguna manera es ideología, porque nunca fue las ideas propias de Jesucristo, sino que es la doctrina de instrucciones y procedimientos establecidos por Dios Padre.

 

         Este tipo de enseñanza se compone de principios, valores y virtudes demostrados por Jesucristo con el ejemplo y modelo de vida cotidiana. Jesucristo menciona lo siguiente: “Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas á los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. Es pues ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios. Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo, y quita la palabra de su corazón, porque no crean y se salven. Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas éstos no tienen raíces; que á tiempo creen, y en el tiempo de la tentación se apartan. Y la que cayó entre las espinas, éstos son los que oyeron; mas yéndose, son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos de la vida, y no llevan fruto. Mas la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en paciencia” (Lucas 8.10 al 15 - RVR1909). En el transcurso del año 2019 y principios del 2020, se degeneró en demasía la sociedad contra los principios, valores y virtudes de Jesucristo, inclusive se realizaron manifestaciones y marchas, donde se deshonran símbolos de Dios Padre, el apoyo a las ideologías de muerte, la quema o rompimiento de Biblias, con las exigencias de excluir a Dios y de repudiar a Jesucristo con la corrupción y depravación. Ahora el aislamiento social y el distanciamiento por salud, posibilita la moderación y respeto de estas aglomeraciones y tumultos irreverentes.

 

         Jesucristo fue muy claro, sin preocupación por la susceptibilidad de quienes penden su salvación y vida eterna. En su mensaje y palabra con autoridad, nunca titubea en dar a conocer el camino, en hacer saber la verdad y mostrar lo que realmente es vida. Hoy, el Coronavirus COVID-19 es el que domina por las calles y las ciudades. Dios ha impuesto su respeto y reverencia en todo el medio ambiente y la naturaleza en general. La restauración ecológica en el transcurso de esta pandemia, deja en evidencia y demuestra, que el mismo ser humano es el responsable del calentamiento global. Si el Coronavirus COVID-19 llega a ser como el virus del VIH/SIDA, que en cuarenta años todavía está sin tratamiento curativo o vacuna preventiva, tendremos que moderar nuestras vidas ante Dios por los próximos años. La sociedad en general de nuestros tiempos, que ha discriminado con su diario vivir y negado en su vocabulario, la dedicación, reconocimiento y santidad a nuestro Señor Jesucristo, entonces, tarde o temprano por la experiencia propia de las naciones, se comprueba y reafirma la existencia de los tiempos del fin. Por causa de la pandemia del Coronavirus COVID-19 se logra cautivar la atención mundial, para que surja un mayor interés hacia la vida espiritual y no tan solo apegada a lo pecaminoso y terrenal. Por medio del tiempo se logra confirmar si el ser humano con un cambio de normalización de vida, mejora el calentamiento global y cambio climático, para preservación del hábitat planetario, de lo contrario en lugar de una escalabilidad de lo normal del sistema social natural, a la nueva normalidad de la moderación del sistema de vida espiritual, vendrá la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo como un acontecimiento final de la escalabilidad del sistema espiritual al sistema de vida celestial.

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