32) Trascendentalismo celestial y la combinación de intuición - razón.

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La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

         El trascendentalismo celestial es el amor, caridad y dadivosidad de Dios Padre mediante su Hijo Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3.16 al 17 – RVR1909).      Se identifica el amor y la caridad en la persona y personalidad de Jesucristo. Esto aclara que el amor y la caridad dejan de ser abstractos, para ser concretos y se hacen tangibles con el ejemplo y modelo de vida de Jesucristo. Es posible precisar sin dejar ningún tipo de duda, los hechos, obra y vivencia histórica de Jesucristo, negar su evidente legado y trayectoria de vida, es renunciar al trascendentalismo celestial y su combinación de intuición – razón. Tener una percepción clara e inmediata del amor y caridad de Jesucristo, como si se tuviera a la vista, es también razonable, según el argumento justificador de la primera venida de Jesucristo, el motivo de su muerte y resurrección. El amor de Dios, a quien ningún ser humano en su condición o naturaleza puede ver, se hace visible mediante Jesucristo.

 

         El estado natural de la humanidad le imposibilita el trascendentalismo celestial, aunque el ser humano se jacte grandemente por su propia sindéresis, o sea, su capacidad natural para juzgar rectamente. Pero en este aparente juzgar con rectitud hay una invisibilidad de Jesucristo, del amor y caridad que representa y trasciende. En otras palabras, en la limitación humana del conocimiento natural, de ninguna manera aplica el trascendentalismo celestial, sino es por medio de una condición espiritual en el ser humano. En reiteradas ocasiones hemos afirmado la necesidad imprescindible de la etapa de transición de la espiritualidad, como dimensión intermedia entre lo natural y lo celestial. La persona espiritual trasciende a lo celestial cuando supera sus propias construcciones de conceptos y creencias religiosas, que nublan u ofuscan visualizar con plenitud a Cristo, especialmente debido al fraccionamiento cristiano. La multitud de congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas, afirman poseer la doctrina o enseñanza sana, defienden ser dueños de la verdad absoluta y original, se encasillan en el pensamiento de que son los apologistas de sus iglesias y religiones. Además cada asociación, grupo u organización alega ser la iglesia única y verdadera sobre las demás.

 

         El trascendentalismo celestial defiende que la prioridad, por encima de todo lo relacionado con lo eclesiástico es Jesucristo. En todo el mundo cristiano, sin distinción de las costumbres, creencias, reglas y tradiciones, la postura del trascendentalismo celestial, es que solamente Jesucristo es el principal y por quien se recibe la salvación y vida eterna. La preeminencia son los méritos de Jesucristo en todo, con base en su amor y caridad, que tanto la ética, intenciones, motivos y vida práctica están enfocados en Jesucristo. El conocimiento espiritual en el ámbito de su respectiva dimensión, incluye todos los conjuntos eclesiásticos formales e informales, sean improvisados u organizados, en clandestinidad, legalizados o reconocidos. Esto de acuerdo a la clasificación de iglesias antiguas, asociadas, autónomas, confederadas, confesionales, conservadoras, federadas, fundamentalistas, independientes, liberales, modernas, postmodernas, primitivas, reveladas o tradicionales. Toda esta agrupación de personas con sus conceptos, costumbres, doctrinas, dogmas, enseñanzas, instrucciones, liturgia, mensajes, normas, protocolos, recomendaciones, ritos y reglamentos, conforman lo que llamamos el conocimiento espiritual. Dentro de este tipo de conocimiento se presenta la posibilidad de trascender al conocimiento celestial. Por ejemplo, sin importar la afiliación congregacional, denominacional, eclesiástica o religiosa a la que se pertenece, se puede cumplir con el trascendentalismo celestial. Esto significa que en todos los grupos cristianos, hay personas sinceras en la obediencia fiel y leal al Señor Jesucristo, para la gloria y honra de Dios Padre.

 

         Estas personas en la integración y participación de sus propias agrupaciones, como feligreses o miembros permanentes, tienen a Jesucristo en su prioridad de adoración, alabanza y servicio, es el centro de su atención, concentración y enfoque de sus respectivas vidas cotidianas. Para estas personas, Jesucristo es el Maestro y Mentor en su continuo aprendizaje, es la fuente de la enseñanza y mensaje, el ejemplo y modelo de vida, es quien les inspira los principios, valores y virtudes del diario vivir.  A pesar de la diversidad de listas de credos, puntos o temas de fe establecidos en cada una de sus organizaciones, estas personas son practicantes y seguidoras de Jesucristo como sus discípulos genuinos, tienen la preeminencia en el Señor y el respeto a su supremacía. Jesucristo es su camino, verdad y vida, lo consideran como el único mediador entre Dios Padre y cada una de estas personas, que solamente a través de Jesucristo reciben la salvación y la vida eterna. Estas personas sienten que Jesucristo es quien les impulsa a la consagración, paz y santidad. También encuentran en Jesucristo el motivo para el ejercicio del amor, fe, justicia y misericordia. Estas personas son conscientes que en el Señor reciben el perdón de pecados, por su sangre la redención, limpieza y purificación. Por lo tanto, tienen a Jesucristo como la razón de ser de sus existencias, el propósito y sentido de sus vidas. En primer lugar en Jesucristo es que tienen puesta su comprensión, entendimiento y pensamiento. Estas personas se dejan moldear su temperamento mediante Jesucristo, dedican sus actitudes, carácter y personalidad al Señor Jesucristo, disponen todas sus aptitudes, destrezas, emociones, habilidades, hábitos, intelecto y sentimientos al servicio de nuestro Señor Jesucristo.

 

         Hay acciones religiosas o sociales, donde se aparenta hacer una obra de Dios, pero en realidad se niega o rechaza la aceptación, autoridad o reconocimiento a Jesucristo: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, trasfigurándose en apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfiguran como ministros de justicia; cuyo fin será conforme á sus obras” (2 Corintios 11.13 al 15 – RVR1909). El camuflaje y disfraz tiene relación con disimular o una simulación para presentar una apariencia falsa, encubrir con astucia la intención, evadir con desatención el conocimiento exacto, desfigurar, encubrir u ocultar lo real, para restar importancia o aparentar desconocimiento e ignorancia. También es hacer distinto o mezclar un conocimiento para que no se conozca como es realmente. Lo más grave es hacer una representación consciente o inconsciente con fingimiento o imitación fraudulenta de lo que no es en realidad. En el caso del pasaje es sustituir la figura o representación de Jesucristo con actos o actividades aparentemente de Dios, pero que se discrimina, excluye, margina u omite la dedicación y reconocimiento del nombre de Jesucristo: “Por lo cual Dios también le ensalzó á lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2.9 al 11 – RVR1909).

 

         El trascendentalismo celestial es recurrir a la fuente directa de lo establecido por Dios Padre. Jesucristo cuando dice que gloria no recibe, se refiere a la sociedad en general que vive sin tomar en cuenta su nombre y palabra, a manera de una discriminación y exclusión hacia su persona: “Escudriñad las Escrituras, porque á vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir á mí, para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís: si otro viniere en su propio nombre, á aquél recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues tomáis la gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que de sólo Dios viene?” (Juan 5.39 al 44 – RVR1909). El análisis y argumentación acerca de la importancia y relevancia de Jesucristo para nuestra vida en sociedad, conforme a la prudencia y la razón, impone el respeto y reverencia a la determinación de Dios Padre, en lo que atañe a su plan y voluntad. Las personas tienen que atender a las razones y obrar con buen sentido la aceptación del propósito de Jesucristo. Se requiere una ecuanimidad razonable, para tener un ánimo constante y permanente, además de una imparcialidad serena a la hora de ejercer un buen juicio crítico. Precisamente ser críticos en la opinión sobre la ausencia de Jesucristo, nos posibilita juzgar la importancia, necesidad y valor que tiene Cristo, para el rumbo que lleva la sociedad en este mundo, según la evidencia de su ejemplo y modelo de vida relatado como hechos históricos en los evangelios.

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