El conocimiento actitudinal es básico para lograr el equilibrio personal, por consiguiente un balance social entre las interrelaciones de los diversos sectores sociales. La armonía y estabilidad personal se refleja en la relación social con los demás. Los patrones de comportamiento y conducta tienen un estándar definido por la palabra de Dios, la cual no cambia sino que permanece para siempre, como un modelo o referencia de vida: “Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón: El precepto de Jehová, puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová, limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos” (Salmos 19.8 al 9 – RVR1909). El aprendizaje, enseñanza y práctica de la creencia de las actitudes, normas, principios, valores y virtudes, tiene la preponderancia en el designio de la voluntad de Dios. De esto depende el desarrollo y proceder de cada persona, según el saber del conocimiento de la palabra de Dios. La fuente original o primaria de conocimiento es la que procede directamente de Dios, porque es quien verdaderamente conoce y hace, tanto para formación como información mediante su Hijo Jesucristo: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán” (Mateo 24.35 – RVR1909). Por esta razón se cumple el sentido de la vida en la existencia del Ser de Dios: “Y respondió Dios á Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á vosotros” (Éxodo 3.14 – RVR1909).
En relación con el conocimiento actitudinal podemos analizar, comentar y opinar acerca del siguiente pasaje: “Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las gentes, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las gentes las teman” (Jeremías 10.2 – RVR1909). La actitud principal es prestar atención e interés preeminentemente a las directrices y recomendaciones de Dios. Las gentes trazan sus propios caminos y tienen sus propios temores, guiados y llevados por su propia imaginación, mientras tanto Dios es el poseedor de la validez del argumento, evidencia, disertación y fundamento acertado. El ser humano muchas veces se basa en su propia dialéctica e intuición, máxime por su conciencia de lo apropiado, conveniente y oportuno según su experiencia del pasado. Pero el panorama amplio del conocimiento acerca el presente y el futuro le corresponde solamente a Dios, siendo el ser humano limitado en este aspecto. Dios dice en su palabra: “Si yo cerrare los cielos, que no haya lluvia, y si mandare á la langosta que consuma la tierra, ó si enviare pestilencia á mi pueblo; Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos, y atentos mis oídos, á la oración en este lugar” (2 Crónicas 7.13 al 15 – RVR1909).
El conocimiento actitudinal es humillarse en la invocación, oración y búsqueda de la presencia de Dios, con la finalidad de la conversión de los malos caminos, con un verdadero arrepentimiento de corrección y resarcimiento, para caminar con fidelidad y lealtad en el camino del Señor. Esto es desaprender el camino de las gentes, es el distanciamiento social de la corrupción, maldad y perversión, para moderadamente vivir con cautela y precaución en consagración, humildad, mansedumbre, paz y santidad, especialmente en este tiempo del fin y de acuerdo con la Edad del Calentamiento Global. La teoría del conocimiento en el Neobiblismo, se compone de tres dimensiones o escalas superpuestas, el conocimiento base o básico es el natural, indispensable para la subsistencia en el ámbito material del mundo o terrenal. El siguiente nivel de conocimiento es para aquellos que trascienden a lo espiritual. El común o la generalidad de la gente es vivir inmersos en lo natural, de manera que trascienden a lo espiritual quienes muestran interés del aprendizaje, participación y práctica de lo espiritual. Este conocimiento espiritual corresponde a una transición para trascender al conocimiento celestial, representado en el conocimiento transmitido por Jesucristo. Aquí interviene el libre albedrío de Jesucristo, que es cuando el ser humano decide determinadamente seguir y ser como Jesucristo, según su ejemplo y modelo de vida.
Las capacidades actitudinales para el desarrollo personal se manifiesta desde el conocimiento natural, se fortalece, refuerza y sensibiliza con el conocimiento espiritual, y finalmente se perfecciona con el conocimiento celestial, tal es el caso de la actitud de Jesucristo ante el mundo y ante la vida cotidiana. Este proceso de conocimiento actitudinal crece y desarrolla durante toda la vida del ser humano, desde la niñez hasta su longevidad, según su capacidad y oportunidad de conciencia en esta materia. Aunque el mayor aprendizaje actitudinal es por la interacción y motivación social, es inevitable cierta predisposición y sesgo biológico, por ejemplo cierta caracterización natural de alegría, amargura o tristeza propia en la persona, o la actitud innata de extraversión e introversión en la personalidad. Sin embargo, aunque cada persona tiene su propio estilo de vida, gustos y preferencias, muchas veces predomina cierta influencia según el grado temperamental de cada uno. En este sentido la ventaja de la actitud de Jesucristo en nuestras vidas, es la asimilación, crecimiento y desarrollo personal, en fusión o unión a la naturaleza temperamental de Jesucristo, con dependencia a los factores afectivos, constitutivos y emocionales, según la esencia y substancia en Cristo. La Biblia dice lo siguiente:
“Gracia y paz os sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen á la vida y á la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza divina, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1.2 al 8 – RVR1909).
El desarrollo personal requiere la adaptación y preparación de la humanidad para hacer frente a los nuevos cambios presentados por la globalización y transculturación. Además de las crisis mundiales de toda índole y las anarquías sociales contrarias al agrado y voluntad de Dios. El tiempo de meditación y reflexión en la actualidad es oportuno, para hacer conciencia del rumbo que lleva el ser humano. Una vida eficaz y eficiente en el amor y servicio a Dios, se cumple mediante el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, por lo tanto, es necesaria la claridad y transparencia en la comunicación de la palabra de Dios, en la comunión y el flujo vertical de la comprensión y entendimiento entre lo celestial y el llamado individual a cada persona, tanto en cualquier ambiente o entorno cultural, geográfico y social. Cada individuo tiene sus propias características y cualidades que lo diferencian del resto, así es el resultado de su actitud, carácter y personalidad. El ser humano influencia a otros o es influenciado por sus semejantes, muchas veces trata de impresionar o es muy impresionable. Tal es el caso de la divulgación y proliferación de las costumbres y modas, según las aspiraciones, conveniencias, gustos, intereses y preferencias de cada uno. La idea es que la persona entregue sus capacidades, ego, hábitos personales, motivaciones y temperamento a los pies de Jesucristo como Guía, Maestro y Mentor.
Pero Jesucristo es el ejemplo y modelo de vida para estandarizar los principios, valores y virtudes comunes entre los seres humanos, sin distinción académica, cultural, étnica, geográfica, intelectual, nacional o social. Se dice acerca de la importancia inevitable de la aceptación, comprensión y participación para la insertación del individuo en los grupos sociales, como una necesidad imprescindible de la interacción social y las interrelaciones constantes y permanentes con otros individuos. También según el propio estilo de vida de cada persona, inclusive el status social de vida y las posibilidades económicas, financieras y presupuestales, de educación, subsistencia y trabajo. Por consiguiente todo esto afecta el comportamiento y conducta del ser humano. La vida no consiste en hacer lo que se quiera sin límites o restricción, debido a que nadie es dueño absoluto de lo corporal a manera de un libertinaje, de desenfreno en el comportamiento y la conducta. Esto es lo que ahora se llama los límites funcionales, personales y saludables, que implica el distanciamiento físico, basado en la cortesía mutua y respeto recíproco, siempre en el temor a Dios. Porque es esencial e indispensable, sin excepción, tomar en cuenta a Dios en todas las acciones y actividades del ser humano.
Esto implica la armonía en el trato amable, cordial y gentil con las demás personas, la equidad y justicia en la relación con el prójimo, la oportunidad y hasta privilegio de la posibilidad de colaborar, compartir, comprender, entender y solidarizarse con quienes están a nuestro alrededor, con una actitud optimista y positiva proyectada al bien común, la coherencia y consistencia de ser fiel y del sentimiento de lealtad a los principios, valores y virtudes de Jesucristo. Afianzar el vínculo con Dios a través de la honestidad, honradez y personalidad intachable, la rectitud en el proceder, el reconocimiento de las propias debilidades, defectos y limitaciones para corregir y perfeccionar en el conocimiento de Dios. Mejorar como persona representa el logro de adquirir, conservar y mantener un equilibrio en la psique, en relación con la mente y el pensamiento, en lo actitudinal, emocional y sentimental. Además se manifiesta en nuestro fondo y forma de externar nuestros comentarios y opiniones, según las creencias y expectativas, en este caso la conciencia y el control van de la mano, para un bienestar integral de la persona, por consiguiente de la colectividad, según el aporte en la medida de lo posible de cada individuo.
Hay una memoria genética que controla, perpetúa y protege el equilibrio de la existencia humana, relacionado con lo biológico y psicológico. La memoria genética tiene relación con la memoria energética, que tiene su origen para cada ser humano de manera individual, y data desde el comienzo de la creación del séquito celestial y la rebelión de los ángeles caídos. Esta memoria procede con los ángeles indecisos al obedecer a Dios, que nacen en este mundo y dan propósito a la existencia de la humanidad, ya sea al continuar con la indecisión durante la vida de humano o al tomar una decisión con determinación antes de finalizar su período de vida correspondiente. Esto encausa la intencionalidad, objetivos, orientación, metas, motivaciones y propósito del rumbo de cada persona. Lo que llaman la conciencia moral en la intuición del bien, al apropiar e interiorizar en profundidad los pensamientos con un cambio de actitud, emociones y sentimientos íntimos, adheridos y enlazados fuertemente en el corazón y la mente: “Hijo mío, no te olvides de mi ley; Y tu corazón guarde mis mandamientos: Porque largura de días, y años de vida Y paz te aumentarán. Misericordia y verdad no te desamparen; Atalas á tu cuello, Escríbelas en la tabla de tu corazón” (Proverbios 3.1 al 3 – RVR1909).
El individuo entre más conozca a Dios como Ser Supremo, más consciente será de las razones del propósito de la existencia y el sentido de la vida, tanto en lo decisivo como en lo vital para la preparación de esta vida, en relación con la salvación y vida eterna. Las luchas de poder político y social, el deseo desenfrenado y vehemente por el derroche, despilfarro, enriquecimiento, lucro, lujo, opulencia, usura, vanagloria y vanidad, trae consigo la confusión, desconcierto y desorden del equilibrio de la armonía de convivencia en sociedad. Por otra parte, los abusos, excesos, libertinajes, lujurias y pecado en general, contribuye con el desequilibrio cotidiano de la vida. También la corrupción, injusticia e impunidad de la práctica de la maldad en el mundo, las acciones delictivas y los actos polutivos, debido a la falta generalizada de temor a Dios y de sometimiento a su voluntad divina. El predominio de la ignorancia, indecisión, indiferencia, indignidad, indisciplina e inmadurez, entre otros factores internos que influyen negativamente en la persona, en su armonía y relación con Dios. La sociedad con sentido en Dios Padre, se construye comunitariamente en el aprendizaje de las ideas y sabiduría de Jesucristo, quien fue enviado por el Padre para transmitir la enseñanza y mensaje para una mejor convivencia entre seres humanos.
En el individuo como es un ser integral, se involucra su conciencia, comprensión y entendimiento, pero también su carácter y personalidad. Por esta razón se insiste que la mayor evidencia de comportamiento y conducta congruente con la voluntad de Dios, es la capacidad de la persona de consagrar y santificar sus actitudes, características, cualidades, destrezas, emociones, habilidades y sentimientos, con el compromiso responsablemente al amor, obediencia y servicio a Dios. Que sea a través de Jesucristo el Hijo de Dios, que se conecten los individuos como un todo o una unidad, tanto espiritual y en lo social. El ser humano en su análisis y estudio del comportamiento y la conducta, establece ciertos códigos y normas morales, acerca de las acciones humanas, costumbres y hábitos relacionadas con el bien y el mal. La ética se define y determina con el análisis, meditación y reflexión del establecimiento de normas de la conducta y comportamiento de la persona en sociedad. Según cada época de la historia se agregan nuevos elementos de la forma de ser y pensamiento humano, artísticos, biológicos, deportivos, científicos, comerciales, culturales, ecológicos, económicos, educativos, financieros, intelectuales, laborales, legislativos, políticos, sociales, tecnológicos y teológicos.
Esto implica una normalización conscientemente establecida para el bienestar colectivo, aunque cada individuo tiene sus propias normas por costumbre, cultura y tradición, muchas veces según su propia disciplina, educación, higiene, respeto y responsabilidad personal, fomentada desde su crianza y niñez, transmitida por sus cuidadores, encargados o progenitores. La acción y reacción, causa y efecto, que posibilita el análisis y estudio de la ética y sus consecuencias, su definición y determinación, pretenden establecer ciertos principios, valores y virtudes humanas para una mejor convivencia. Sin embargo, el ingrediente principal, en la conceptualización, normalización y practicidad de lo correcto e incorrecto, de saber diferenciar entre el bien y el mal, es el amor, confianza y temor a Dios en todas las acciones, actividades y actos del ser humano. En este sentido es inválido alegar el desconocimiento en Jesucristo, enviado de Dios Padre, o alegar la ausencia o falta de lectura o incomprensión en su palabra, alegar la ceguera por obstinación, porfía, terquedad o testarudez en contra de la voluntad de Dios. ¿Quiénes son los que encubren u ocultan a Jesucristo ante la sociedad en general? ¿Quiénes se avergüenzan o indignan en glorificar, honrar, mencionar y reconocer a Jesucristo ante la sociedad?
La ética cristiana de ninguna manera es la ética de la religión, sino que son los principios, valores y virtudes de Jesucristo, de manera que no basta con conocerse bien así mismo, sino que es indispensable conocer a Jesucristo, independiente e indiferente de la cultura, sociedad o zona geográfica perteneciente. Jesucristo es el propósito y razón del ser de la humanidad, en un presente apegado a esta vida terrenal, pero consciente de la salvación y vida eterna en lo porvenir, después de esta vida en el mundo y las promesas de la eternidad. Según la comunicación y plan establecido por Dios Padre, este plan requiere un mayor conocimiento de Dios, para entender y comprender eficientemente a plenitud lo concerniente a su finalidad, intención, propósito y proyecto en beneficio del ser humano. En este caso el individuo necesita el mejoramiento personal de saber escuchar, especialmente el sentido fidedigno de la palabra de Dios, sin el orgullo, prepotencia o soberbia, que altera o cambia la esencia original del mensaje de Dios en la comprensión y entendimiento de la persona. Una buena intención y sinceridad es saludable, porque posibilita una sanidad suficiente y congruente con la sana doctrina que es Jesucristo mismo, de manera que se consolide y fusione una iluminación del conocimiento en la persona con la luz del mensaje de Jesucristo.