3) El temperamento con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios.

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La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

         La duda es un estado mental de la persona frente a una propuesta contraria a su propio deseo, ligada a la indecisión, máxime cuando se tiene con indiferencia la conveniencia o inconveniencia a la hora de tomar una decisión. El problema en relación con la obediencia a Dios, se presenta cuando el ser humano contrario a la fidelidad o lealtad, determina que es un dilema el obedecer a Dios, o sea, que la decisión no es conveniente para sus propios intereses, porque tendría que renunciar a su propia voluntad y someterse a la voluntad de Dios. Se tiene a las dos premisas de desobedecer u obedecer como similares, donde la persona concluye que le da igual la consecuencia o resultado de ambas, pero sin dar importancia a la obediencia. La verdadera disyuntiva está en el resultado de la decisión de obedecer a Dios como excluyente del desenlace de la desobediencia.

 

         Aunque existe la posibilidad del libre albedrío para la toma de cualquier decisión, Dios no acepta la duda ni la indecisión como pretexto, sino solamente el hacer su voluntad, por esta razón Dios ofrece promesas de salvación y vida eterna, para incentivar y motivar la fidelidad a su obediencia. La resolución o decisión de la duda de obedecer a Dios es impostergable, como el supuesto de tomar una determinación en el momento de la agonía antes de morir. Estas personas viven sin discernir o distinguir la diferencia, entre vivir desobedientes u obedientes a Dios, envejecen sin un cambio o transformación de conciencia y sin propensión de sujeción a la voluntad de Dios. Por ejemplo, hay actos vergonzosos cometidos por personas sin sentir o tener vergüenza, contrarios al decoro, honestidad, honor, honra, prestigio y pudor, por ser acciones contra la integridad de la persona ante Dios, sin embargo, algunos cometen actos repudiables sin ningún tipo de vergüenza:

“¿Qué fruto, pues, tenías de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos á Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y por fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6.21 al 23 - RVR1909).

 

         Tener por fruto la santificación es un requisito indispensable para ser semejantes a Dios y lograr ser a su imagen con la finalidad de la vida eterna. La predisposición y tendencia biológica del temperamento tiene una causa física (propiedades de la energía y de la materia) y un efecto en las facultades mentales, además de un origen divino y una finalidad espiritual.  El temperamento es portador de un código energético como parte de la memoria energética intrínseca en todo ser humano. Este código es el elemento o esencia activador del conocimiento celestial, camuflado o enmascarado como la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios. La historia de la humanidad muestra como Dios se comunica con el ser humano de muchas formas: “Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo:” (Hebreos 1.1 al 2 – RVR1909). En los últimos tiempos determina en Jesucristo toda la potestad de ser la luz que ilumina la duda e indecisión para la obediencia a Dios:

“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo: el que no cree á Dios, le ha hecho mentiroso; porque no ha creído en el testimonio que Dios ha testificado de su Hijo. Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas he escrito á vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si demandáremos alguna cosa  conforme á su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5.10 al 14 – RVR1909).

 

         La falta de confianza y seguridad en Dios provoca la dureza del corazón en el sentido simbólico y está asociado a la falta de flexibilidad del temperamento. Los químicos cerebrales (neurotransmisores) tienen relación con los pensamientos y sentimientos, nuevamente se afirma que el corazón representa la manifestación de las emociones y sentimientos generados por los pensamientos e intenciones, así el temperamento es definido por la genética y cierto grado de estimulación energética, que es representado por la dureza de corazón o un corazón de piedra. Impera la nulidad de cambio por medio de las acciones, hay dificultad de control, tampoco aprendizaje o educación, sino heredad biológica, de origen genético no modificable. La única alternativa detonante de incitar una irradiación de luz, que estimule energéticamente un cambio y modificación del temperamento, para superar la duda e indecisión de obedecer a Dios, es mediante Jesucristo:

“Esto pues digo, y requiero en el Señor, que no andéis más como los otros Gentiles, que andan  en la vanidad de su sentido. Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón: Los cuales después que perdieron el sentido de la conciencia, se entregaron á la desvergüenza para cometer con avidez toda suerte de impureza.” (Efesios 4.17 al 19 – RVR1909).

 

         Este sentido está vinculado a la comprensión y entendimiento del conocimiento celestial, transmitido por Jesucristo para auxiliar a quienes están en la ignorancia, del conocimiento de Dios Padre, porque el entenebrecimiento se relaciona con la ausencia de la luz de Jesucristo, en los temperamentos duros de piedra aferrados a la duda e indecisión de obedecer a Dios: “Y hablóles Jesús otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.” (Juan 8.12 – RVR1909). Mientras las personas permanezcan en tinieblas estarán sin la comprensión de la luz de Jesucristo: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron.” (Juan 1.4 al 5 – RVR1909).

 

         Si el temperamento es heredado e innato, genéticamente sin la posibilidad de modificar, sin poder cambiar por el ambiente o el hábitat, es biológico sin la capacidad de aprendizaje o educación, además de difícil de controlar, entonces únicamente el poder de Dios puede guiar a la persona, porque para Dios no hay nada imposible, es factible cambiar, modificar o transformar: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón: Pruébame y reconoce mis pensamientos: Y ve si hay en mi camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (Salmos 139.23 al 24 – RVR1909). En la actualidad las personas buscan mejorar y dar un mayor sentido a su vida cotidiana, por medio del conocimiento de las virtudes y de la expresión temperamental, enfocado más hacia un temperamento espiritual: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas á su luz admirable” (1 Pedro 2.9 – RVR1909).

 

         Otros sistemas que influyen en el comportamiento y la conducta están el sistema Endocrino, relacionado con las glándulas y las hormonas, además del sistema nervioso, que contribuyen para el funcionamiento fisiológico adecuado del organismo y todo lo referente a los procesos corporales.

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