EL CAMINO DE LA CRUZ
Carta I
ABRAZANDO LA CRUZ
Es necesario que aprendas a alejarte de los pensamientos innecesarios
y agitados que surgen del amor propio. No cabe duda de que
cuando tus propias reflexiones se hagan a un lado te hallarás en medio
del camino recto y estrecho. Experimentarás la libertad y la paz
que han de ser para ti como niño de Dios. Intento seguir el mismo
consejo que doy a otros. Sé que debo buscar la paz de igual manera.
Normalmente cuando sufres, es la vida de tu propia naturaleza la que
te hace daño. Cuando estás muerto no sufres.
Si estuvieras completamente
muerto a tu antigua naturaleza dejarías de sentir muchas de
las penas que ahora te preocupan. Soporta los dolores y heridas de tu
cuerpo con paciencia. Haz lo mismo con tus aflicciones espirituales
(esto es, problemas que te han puesto por el camino y que no puedes
controlar). No agudices la cruz de tu vida volviéndote tan ocupado
que no tengas tiempo de sentarte en mansedumbre ante Dios. No te
resistas a lo que Dios trae a tu vida. Estate dispuesto a sufrir si eso
fuera lo necesario. La actividad desenfrenada y la terquedad sólo conseguirán
incrementar tu angustia.
Dios te prepara una cruz que debes abrazar sin pensar en tu propia
supervivencia. La cruz duele. Acepta la cruz y hallarás paz aún en
medio del tumulto. Deja que te advierta que si empujas la cruz a un
lado tus circunstancias serán el doble de difíciles de sobrellevar. A
largo plazo, es mucho más duro vivir el dolor de resistir a la cruz que
la propia cruz.
Contempla la mano de Dios en las circunstancias de tu vida. ¿Quieres
experimentar verdadera felicidad?
Sométete en paz y en sencillez a la voluntad de Dios, y carga con tus
sufrimientos sin luchas. Nada acorta y alivia tu dolor tanto como el
espíritu de nula resistencia a tu Señor.
Por muy bonito que esto suene, puede que no detenga tus regateos
con Dios. Lo más duro del sufrimiento reside en no saber cuán grande
será o cuánto durará. Te verás en la tentación de imponer límites a tu
sufrir. Seguro que vas a querer controlar la intensidad de tu dolor.
¿No ves la velada y obstinada custodia que ejerces sobre tu vida? Este
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control hace que la cruz sea una necesidad primaria. No rechaces la
obra completa que el poder de la cruz podría llevar a cabo en ti. Por
desgracia, se te obligará a acudir al mismo terreno una y otra vez. Y lo
que es peor, sufrirás mucho, pero tu sufrimiento no tendrá propósito
alguno. ¡Que el Señor te libre de caer en un estado interior en el que la
cruz no obra en ti! Dios ama al dador alegre. (II Corintios 9:7) ¡Imagí-
nate cuanto debe amar a aquellos que se abandonan a sí mismos a Su
voluntad con aliento y por entero, a pesar de que el resultado sea su
crucifixión!
Carta II
RÍNDETE A SUS PLANES
De veras que siento los problemas que te acaecen, pero sé que Dios
obra a tu favor. ¡Acuérdate que Dios te ama y que por tanto no te dará
el indulto! Él deja caer sobre ti la cruz de Jesucristo. Sea cual sea la
revelación que recibas y cualesquier experiencia emocional que tengas,
no tiene valor alguno a menos que hayan de guiarte a la muy real
y constante práctica de morir a tu propia naturaleza. Por desgracia,
no puedes morir sin sufrimiento, ni puede decirse que hayas muerto
del todo si parte de ti sigue viva.
La muerte que Dios trae a ti va a horadar muy adentro. Alma y espíritu
se dividirán. Él ve en ti todo lo que tú no puedes ver.
Sabe exactamente dónde han de tocar los golpes mortales. Se dirige
directamente hacia aquello que estás dispuesto a entregar con mayor
desgana.
Sólo se siente dolor donde hay vida. Y en esta situación, la vida es
precisamente el lugar donde se requiere la muerte.
Tu Padre no pierde el tiempo en cortar lo que ya está muerto. Si quisiera
que quedaras como estás, ciertamente así haría. Persigue Él la
destrucción de tu vieja naturaleza. Sólo puede hacer esto abriéndose
paso hacia lo que está vivo. No esperes que sólo ataque a esos deseos
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obviamente pecaminosos a los que renunciaste para siempre cuando
te entregaste a Él. Más bien puede que te pruebe llevándose el maravilloso
sentimiento de libertad que sientes, o quitándote lo que ahora
te ofrece alivio espiritual. ¿Resistirás? ¡No! ¡Permítelo todo! Ofrécete
como voluntario de tu propia muerte, pues Dios sólo llevará a cabo su
obra en la medida que se lo permitas.
No empujes a un lado el progreso que Dios quiere hacer en tu vida.
Ofrece de buen agrado todo de lo que ahora dependes al buen placer
de Dios. Entrega también las cosas espirituales cuando Él te las requiera.
¿Qué temes, tú de poca fe? ¿Tienes miedo de que Él no sea capaz
de darte su fuerza cuando te quite la tuya? ¿Por qué se la lleva?
Sólo con el fin de que Él sea tu sustento. La lección puede ser dolorosa,
pero Él desea purificarte. Me doy cuenta de que todos los medios
naturales de socorro se cierran.
Dios tiene la intención de llevar a cabo Su obra en ti cortando todo
recurso humano. Es un Dios celoso. Quiere que veas que lo que se ha
propuesto en tu interior sólo Él lo puede hacer.
Ríndete a Sus designios. Déjate guiar por donde Él quiera llevarte.
Ten cuidado cuando busques la ayuda de personas cuando Dios no
quiere que lo hagas.
Recuerda que sólo pueden ofrecerte lo que Él mismo les ofrece para
ti. ¿Por qué debería preocuparte ya no poder beber del grifo? ¡Ahora
estás siendo guiado a beber del manantial que siempre mana!
Carta III
EL BENEFICIO DE
LAS PRUEBAS
Estás experimentando pruebas de cierta dureza, pero Dios ha
permitido que ocurran porque las necesitas. Él sabe escogerlas. Tú
mismo no hubieras sido capaz de optar por aquello que Dios trae a tu
vida por medio de la cruz. La cruz por la que optarías afianzaría tu
propia voluntad en vez de demolerla.
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A veces todo en la vida parece una prueba. Hay veces que sólo hay
sufrimiento. Pero la más dura cruz ha de ser llevada en paz. Hay veces
en que la cruz no se puede llevar ni arrastrar. Entonces sólo puedes
desplomarte bajo ella, sobrecogido y exhausto. Ruego que Dios te
procure tan poco sufrimiento como sea posible.
Haz memoria de que Dios no es sordo a tu sufrir. Él permite tu sufrimiento.
Date cuenta que sólo Él sabe lo que es mejor para ti. Vive
por la fe al tiempo que abrazas tus pruebas. Confía en Dios en certidumbre,
aunque no alcances a ver lo que está haciendo. Confía en que
Dios, con gran compasión, te ofrece pruebas en proporción a la ayuda
que te quiere prestar. No hay duda de que la vida de fe es la más sutil
muerte de todas.
Te quejas de tu oscuridad interior y pobreza de espíritu. Jesús dice,
bienaventurados los pobres en espíritu. Es bueno que veas tu debilidad,
pero no la excuses. Mantente sencillo y humilde ante Dios y Él te
traerá paz, ternura, paciencia, y contentamiento aún en tu tribulación.
Carta IV
LA CRUZ, VÍNCULO
DE AMOR
Siento oír de tus problemas, pero estoy seguro que sabes que en
esta vida debes llevar la cruz junto a Cristo. En breve llegará la hora
en la que ya no sufrirás. Reinarás con Dios y Él enjugará tus lágrimas
con Su propia mano. En Su presencia, dolor y sollozo huirán para
siempre. Así pues, mientras tengas la oportunidad de experimentar
pruebas difíciles, no pierdas la menor oportunidad de abrazar la cruz.
Aprende a sufrir en paz y en humildad. Tu amor propio hace de la
cruz algo demasiado pesado de llevar. Aprende a sufrir con sencillez y
con un corazón lleno de amor.
Si lo haces, no sólo serás feliz a pesar de la cruz, sino gracias a ella.
El amor se agrada en sufrir por el Buen Amado. La cruz que te conforma
a Su imagen es un vínculo que consolida el amor entre tú y Él.
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Carta V
CONFÍA A DIOS TÚ
AMOR PROPIO
No me cabe duda de que al ofrecerte la cruz, Dios te trata como a
uno de Sus amigos. La senda de Dios lleva a cabo sus propósitos más
rápido de lo que te puedas imaginar. Dios es capaz de buscar y destruir
las raíces del amor propio. Tú, por tu cuenta y riesgo, jamás podrías
encontrar esas raíces ocultas. Dios puede ver toda la senda de
amor propio dentro de tu corazón. Deja que ataque al amor propio en
su punto más débil.
Ruega por fuerzas y fe suficiente para ponerte por completo a su
custodia. Síguele sencillamente por dónde sea que Él te guíe y no tendrás
que fantasear con tu propio plan de perfección.
Una nueva vida empezará a desarrollarse en ti de forma natural. Sé
que quieres ver el camino antes de confiar en Dios. Si sigues así, el
camino se hará más largo y tu progreso espiritual irá más despacio.
Entrégate a Dios tanto como puedas. Hazlo hasta tu último aliento, y
Él nunca te dejará.
Carta VI
LA SENDA DE CRISTO
Dios te probará poco a poco en todas las áreas de tu vida, pero no
dejará que tus tribulaciones sean más de lo que puedes soportar. Deja
que Dios use las pruebas para ayudarte a crecer. No intentes medir tu
progreso, tu fuerza, o lo que Dios está haciendo. Su trabajo no es menos
eficiente por lo invisible de su acción. Gran parte de la obra de
Dios se hace en lo secreto, pues no morirías a ti misma si Dios siempre
extendiera visiblemente Su mano para salvarte. Dios no te transforma
en medio de un colchón de luz, vida, y gracia.
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Su transformación se hace en la cruz, en oscuridad, pobreza, y
muerte. ¿Qué preguntas tienes acerca de la verdad del cristianismo?
Tienes mucho miedo de someterte a alguien más aparte de ti. También
tienes miedo de caminar la difícil senda que conduce a ser conformada
a la imagen de Cristo. Ves perfectamente los sacrificios que
tendrás que hacer para seguir a Cristo completamente, y te echas
atrás.
Cristo no dijo, “Si alguno ha de seguir en pos de mí, que disfrute de
sí mismo, que le vistan de preciosas prendas, y que se emborrache de
deleites.”
Ni siquiera dijo nunca, “contentaos con ser perfectos y al ver cuán
bien hacéis las cosas.” No, Jesús dijo, “Si alguno viene en pos de mí,
que se niegue a sí mismo, que tome su cruz, y me siga.” Su senda serpentea
el flanco de una escarpada montaña en la que la muerte está
presente a cada paso. (Mateo 16:24)
Todavía no puedes ver la cara amable de seguir a Cristo. Miras lo
que Él se lleva, pero no ves lo que da. Exageras los sacrificios e ignoras
las bendiciones. Pablo te dice que tu deseo es ser vestida, mas es
necesaria que seas desnudada antes de que puedas ponerte a Cristo.
Deja que despoje a tu amor propio de toda prenda para que puedas
recibir la ropa blanca lavada en la sangre del Cordero. Sólo necesitas
Su pureza.
Escucha lo que tengo que decirte. No es fácil de oír. Sin embargo,
alimentará tu espíritu. No escuches la voz que insinúa que vivas para
ti misma. La voz del amor propio es aún más poderosa que la voz de
la serpiente. Si el mundo no exigiera para sí más de lo que él mismo
pudiera ofrecer por amor, ¿no sería todavía mejor maestro? Cristo no
deja vacíos en ti. Serás guiada a hacer cosas que te agraden, y te gustarán
más que las cosas que te han descarriado. Qué feliz habrás de
ser cuando no poseas nada tuyo y te ofrezcas a tu Señor por completo.
Desposada de Jesús, cuán preciosa eres cuando ya no posees nada
propio, sino que buscas solamente Su belleza. Entonces serás el deleite
de tu Novio, ¡y Él será toda tu belleza! Te amará sin límites. Depositará
Su propia vida en ti.
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Carta VII
MUERE CADA DÍA
Muchos creen que “morir a sí mismos” es lo que les inflige tanto
dolor. Pero en realidad es la parte de ellos que aún está viva lo que
acarrea el problema. La muerte sólo es dolorosa cuando la resistes.
Tu imaginación exagera el horror de la muerte. El amor propio lucha
con todas sus fuerzas para vivir.
Muere en el interior y también en el exterior. Deja que muera todo
lo que no es nacido de Dios dentro de ti. Lleva tu cruz. ¿Sabes lo que
esto quiere decir? Aprende a verte como eres, y acepta tus flaquezas
hasta que le agrade a Dios sanarte.
Tu meta es ser tan paciente contigo mismo como con tu vecino. Si
mueres un poquito cada día de tu vida, no tendrás mucho de lo que
preocuparte al final de tus días. El amor propio con lleva muchísima
ansiedad. No me extraña que te preocupes tanto del futuro.
Sé paciente contigo mismo y deja que tus compañeros cristianos te
ayuden. Estas muertes diarias destruirán el poder de tu última muerte.
Entonces tu muerte corporal no será más que un dormirse. ¡Qué
felices sois los que dormís este sueño de paz!
Carta VIII
SITUACIONES COMPLICADAS
Dios no quiere desanimarte ni arruinarte. Abraza las circunstancias
difíciles en las que te hayas, aun cuando te sientas amedrentado
por ellas. Deja que Dios te moldee por las situaciones que permite que
se introduzcan en tu vida. Esto te hará flexible a la voluntad de Dios.
Los sucesos de la vida son como un horno para el corazón. Tus impurezas
se deshacen y tus viejos caminos se pierden.
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En cuanto a la humillación que sientes cuando ves tus faltas, sólo
tienes que observar lo susceptible que es tu amor propio. El dolor que
sientes ante tus propias imperfecciones es peor que las propias faltas.
En realidad tu problema es la inmensa desazón que exhibes ante
tus defectos. Aprende a vivir contigo mismo como eres sin soliviantarte
tanto. Si haces esto, pronto tendrás paz. Soporta con paciencia
los altibajos de cada día.
Aprende a ver a Dios gobernando todas las cosas detrás de cada
circunstancia molesta. Aprende que Él te instruye tanto en las situaciones
problemáticas como en las que son agradables. No hay duda de
que las intromisiones que Dios te envía alterarán tus planes y se revolverán
contra todo aquello que tú quieres. Pero también te pondrán
tras la pista de Dios. Siéntate en calma ante Él y ríndele tu voluntad.
Tu indomable voluntad empezará a aprender a ser flexible. Todo lo
que viene de la mano de Dios produce buen fruto. A veces las contrariedades
bajo las que anhelas soledad son mejores para producir humildad
que la más absoluta de las soledades.
Utiliza las circunstancias de cada momento hasta sus últimas consecuencias.
Hay ocasiones en que un libro intrigante, o un tiempo devocional
inspirado, o una profunda conversación sobre asuntos espirituales,
te harán sentir enormemente satisfecho contigo mismo.
Creerás que has llegado más lejos de donde estás en realidad. Hablar
de la cruz no es lo mismo que experimentarla. Así pues acuérdate de
esto: no busques circunstancias incómodas, mas cuando lleguen, tolé-
ralas en paz. ¡Es fácil engañarte a ti mismo! No busques a Dios como si
estuviera allá, alejado en un castillo de marfil. Él se halla en medio de
los acontecimientos de tu vida diaria. Ignora los obstáculos y encuéntrale.
Carta IX
LOS CAMINOS DE DIOS
Cuando Dios empieza a tratar con tu vieja naturaleza Él se dirige
directamente al centro de todo aquello que retienes con más cariño.
Deja que Él traiga la cruz a la médula misma de lo que tú eres. No
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murmures ni te inquietes cuando empiece el proceso: silencio y paz
habrán de ser mejores valedores que estar disgustado. Te verás tentado
a hablar en un tono de voz humilde para contar a otros tus problemas.
¡Ojo con esto! Una humildad locuaz no tiene demasiada raíz. Cuando
hablas demasiado, tu amor propio se lame un tanto las heridas
dando una válvula de escape a su innata vergüenza.
No te enfades de lo que dicen las personas. Sólo sigue a Dios y deja
que hablen. En todo lo que tenga que ver con las personas nunca serás
capaz de satisfacerles. El silencio, la paz, y la unión con Dios deberían
consolarte de todo lo que la gente dice de ti. Has de estar dispuesto
a hacer lo correcto en tu situación actual, pero al mismo tiempo
tu temperamento irascible necesita rectificaciones y un equilibrio.
Ven a Dios a menudo para tan sólo sentarte en Su presencia y renovarte.
Nada es tan importante como la humillación del corazón y el desapego
de tu propia opinión y voluntad. La rigidez y la dureza no es el
espíritu de Jesucristo.
Carta X
TOMA TU CRUZ
Llevar la cruz con sencillez, sin dejar que tu amor propio le añada
toda suerte de inconvenientes, hará tu vida más fácil. Cuando aceptes
la cruz y tan sólo le permitas hacer la obra que Dios había procurado,
estarás contento porque verás que se produce en ti buen fruto. Cuando
ames a Dios no te importará lo que debes sufrir en Su nombre. La
cruz te transformará en la imagen de tu Amado. Aquí se halla el verdadero
consuelo, el auténtico lazo de amor.
Estás llevando la carga de algunos ancianos que ya no pueden llevar
la suya. La razón se debilita a una edad tan avanzada. La bondad, a
menos que se encuentre profundamente arraigada, se debilita. ¡Parece
como si toda la fuerza se mudara al temperamento! Acepta y da la
bienvenida a esta carga como a la cruz.
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Es una bendición que dispongas de algunas horas libres para descansar
en paz en el seno del Señor. Aquí es donde te refrescarás y obtendrás
la fuerza para seguir adelante. Cuida tu salud y procúrate algún
tiempo para descansar y pasarlo bien. A medida que los otros se
hagan mayores deberías esperar cada vez menos de ellos. Tampoco
esperes mucho de ti misma.
Carta XI
AMANSA TUS PRINCIPIOS
El sufrimiento es necesario para todos nosotros. Serás purificado
al morir a tus propios deseos y voluntad. ¡Déjate morir! Tienes unas
magníficas oportunidades para que esto suceda, ¡no las pierdas! Estoy
de acuerdo en que de ninguna manera se deben relajar los principios
por los que vives cada día. No obstante, has de tratar con mansedumbre
las faltas de otros. Aprende a ser indulgente con los asuntos de
menor importancia, pero mantén tu firmeza en lo esencial.
Recuerda que la verdadera firmeza es dócil, humilde, y tranquila.
Una lengua afilada, un corazón orgulloso, y una mano de hierro no
tienen lugar en la obra de Dios. La Sabiduría “ordena todas las cosas
con mansedumbre.” ¿Actúas así? Si alguna vez te ves a ti mismo actuando
de otra forma, humíllate de inmediato. Mantén unos principios
rectos, pero admite el error cuando los sostengas de forma incorrecta.
Ni libro ni oración te ayudarán a morir a ti mismo tanto como enfrentar
la humillación de tus fracasos diarios. Por supuesto que aún
debes retirarte interiormente y ser fiel en sentarte ante Dios. También
te advierto que no permitas que tus actividades te distraigan de
tu vida espiritual. Si te dejas distraer de continuo tu corazón se endurecerá.
Retírate para orar cuando puedas y vive lo que te reste del día
en paz.
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Carta XII
EL YUGO DEL YO
Las cadenas de oro pueden convertirse en cadenas de hierro. Y al
mismo tiempo que las personas te envidian por llevar joyas refinadas,
tú misma te puedes hacer prisionera de esa elegancia. Tu yugo no es
mejor que el de la persona que está en prisión injustamente. El único
consuelo que tienes es que Dios, en Su sabiduría, ha permitido esto, y
éste es el mismo consuelo que el de un prisionero inocente.
El consuelo que viene de saber que estás en manos de Dios es
inagotable. Cuando estás bajo el cuidado de Dios nada más importa.
Qué bienaventurada eres cuando te separan de tu propia voluntad
para que puedas seguir la voluntad de Dios. ¡Pero no es un viaje fácil!
Permíteme que te diga cómo es: ya no puedes vivir para ti misma.
Día y noche sólo haces lo que Dios quiere. ¡Pero tanto mejor! ¡Él te ata
de pies y manos y nunca te deja ni un momento acudir a ti mismo!
¿Sigo? ¡Te guía a sacrificar más y más, y vas de una situación problemática
a otra! Te entrena para cumplir Sus nobles planes en medio de
las triviales dificultades e incomodidades de la vida. ¡Y no te deja más
que un minuto de respiro! Apenas se ha ido una persona engorrosa
cuando Dios te envía otra.
Crees que es importante espiritualmente disponer de tiempo libre
para estar a solas con Dios; pero yo te digo que te acercarás más a Él
abrazando la cruz en tu vida, y no siempre buscando experimentar
momentos de ternura en la presencia de Dios. Cuando las inundaciones
torrenciales del ajetreo diario te lleven consigo, tan sólo déjate
llevar sin lamentarte.
¿No sabes que también hallarás a Dios en este torrente? Jesús le dijo
a Pedro, “antes, ibas adonde querías, pero cuando seas mayor, alguien
más fuerte que tú te guiará y dirigirá a dónde tú no quieras.”
Al igual que Pedro, déjate llevar de esta manera. Soñar con la libertad
es una bonita idea, pero puede que nunca la alcances. Debes darte
cuenta de que puedes morir en tu condición actual. Los israelitas en
Babilonia suspiraban por Jerusalén, pero hubo muchos que nunca
vieron Jerusalén y murieron en Babilonia. ¿Qué si aquellas personas
hubieran esperado hasta que hubieran llegado a Jerusalén parar servir
a Dios? Sé como esos Israelitas que sirvieron a Dios aún en cautividad.
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Carta XIII
LA CRUZ ESCONDIDA
Dios tiene en su mano todo tipo de circunstancias para traerte la
cruz, y todas ellas llevan a cabo Su propósito. Puede que incluso enlace
una debilidad física a tu sufrimiento emocional y espiritual. Como
es natural, el mundo puede que no vea tu trato con la cruz... creen que
eres un quisquilloso o eres propenso a los arrebatos por agotamiento
nervioso. Así pues, mientras andas encorvado bajo el peso de la obra
oculta de la cruz, los de fuera a menudo envidian tu aparente buena
suerte. ¿Qué decir a Dios cuando estás bajo la obra de la cruz? No necesitas
decirle mucho, y ni siquiera pensar mucho acerca de Él. Él ve
tu sufrimiento, y tu disposición a someterte. Con la gente que amas no
necesitas decir continuamente, “te amo de todo corazón.” Aunque no
pienses en cuánto le amas, aún sigues amando a Dios igual.
El verdadero amor está en lo profundo del espíritu... sencillo, pací-
fico, y silencioso. ¿Cómo sobrellevar el sufrimiento? En silencio ante
Dios.
No te trastornes intentando crear un sentir artificial de la presencia
de Dios. Poco a poco aprenderás que todos los problemas de tu
vida —tu trabajo, tu salud, tus defectos interiores— son en realidad
cura para el veneno de tu vieja naturaleza. Aprende a sobrellevar estos
sufrimientos con paciencia y mansedumbre.
Carta XIV
LA NATURALEZA
DE LA NEGACIÓN
La negación propia tiene su lugar en la vida cristiana, pero Dios no
te pide que escojas lo que es más doloroso para ti. Si siguieras esta
senda en breve arruinarías tu salud, reputación, trabajo, y amistades.
La negación propia consiste en sobrellevar con paciencia todas aque-
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llas cosas que Dios permite que ocurran en tu vida. Si no rehúsas nada
que venga en el orden de Dios, estás saboreando la cruz de Jesucristo.
Dios te da la gracia de sobrellevar la cruz en tu vida igual que provee
tu pan diario. ¡Nunca te fallará! Es un buen ejercicio para la gente excesivamente
entusiasta renunciar a sus propias formas de practicar la
negación y dejar a Dios que traiga lo que le plazca a sus vidas.
Si no estás dispuesto a aceptar las negaciones dispuestas por Dios,
entonces no te fíes de las negaciones que te inventas. Mira a ver qué
estás haciendo. Confía en que Dios te va a proveer de lo que necesitas.
Carta XV
EL VALOR DE LA CRUZ
¿Te preguntas por qué Dios tiene que ser tan duro contigo? ¿Por
qué no te hace bueno sin hacerte miserable al mismo tiempo? Por supuesto
que podría, pero no ha escogido hacerlo así.
Quiere que crezcas poquito a poco y no irrumpir en una madurez instantánea.
Esto es lo que Él ha decidido y tú sólo puedes adorar Su sabiduría...incluso
cuando no la entiendas.
Me quedo perplejo ante lo que puede producir el sufrimiento. Tú y
yo no somos nada sin la cruz.
Agonizo y grito cuando la cruz está obrando en mí, pero cuando se
termina miro hacia atrás admirado por lo que Dios ha llevado a cabo.
Claro que entonces me avergüenzo de haberla sobrellevado tan
torpemente. He aprendido tanto de mis necias reacciones. Tú mismo
debes soportar el doloroso proceso del cambio. Aquí hay algo más en
juego que una madurez instantánea. Dios quiere construir una relación
contigo que se basa en la fe y en la confianza, no en inflamados
milagros.
Dios usa los desengaños, desilusiones, y fracasos de tu vida para
llevarse la confianza que tienes en ti mismo y ayudarte a poner tu
confianza en Él.
Es como ser quemado a fuego lento, pero antes preferirías ser
quemado en un resplandor de gloria, ¿verdad? ¿Te despegaría este
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resplandor de ti mismo? Por tanto Dios prepara una serie de acontecimientos
para separarte de ti y de otros.
Dios es tu Padre, ¿crees que alguna vez te haría daño? Él sólo te separa
de aquellas cosas que amas de forma incorrecta. Lloras como un
bebé cuando Dios quita algo o se lleva a alguien de tu vida, pero llorarías
mucho más si vieras el eterno perjuicio que te causan tus malos
apegos.
No miras con los ojos de la eternidad. Dios lo sabe todo. Nada sucede
sin su consentimiento. Te enojas por las pequeñas pérdidas, ¡pero
no ves las ganancias eternas! No hagas del sufrimiento tu casa. Tu
excesiva sensibilidad hace peores tus pruebas. Abandónate a Dios.
Todo lo que hay en ti que ya no forme parte del reino establecido de
Dios necesita la cruz.
Cuando aceptas la cruz en amor, Su reino empieza a vivir dentro
de ti. Debes llevar la cruz y estar satisfecho con lo que agrada a Dios.
Tienes necesidad de la cruz. El fiel Dador de toda buena dádiva te
ofrece la cruz de Su propia mano. Ruego porque llegues a ver cuánta
bendición reside en ser corregido por tu propio bien. Mi Dios, ayúdanos
a ver a Jesús como nuestro ejemplo en todo sufrimiento.
Le clavaste en la cruz por nosotros. Le hiciste un hombre de tristezas
para enseñarnos cuán útil es la tristeza. Danos un corazón para volvernos
las espaldas a nosotros mismos y sólo confiar en ti.
Carta XVI
UN REINO VIOLENTO
A quién te crees que se estaba dirigiendo Pablo cuando dijo, “Nosotros
somos insensatos por causa de Cristo, y vosotros sois sensatos en
Cristo.” ¡A ti! ¡No a la gente que no conoce a Dios! Les está hablando a
todos los que creen que pueden procurar su propia salvación sin
aceptar la locura de la cruz de Jesús. Nadie quiere ser humillado y doblegado.
No es algo que te ponga muy contento, pero así es como Dios hace
las cosas. No puedes dar lugar al mundo, a tus pasiones, o a tu pereza.
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Las palabras no bastan para reclamar el reino de Dios. Conlleva fuerza,
y valor, y violencia. Debes resistir con violencia la marea del mundo.
Renuncia con violencia a todo lo que te retiene de Dios. Entrega tu
voluntad con violencia a Dios para hacer sólo su voluntad.
Esta violencia es lo que ruego que conozcas, pues ¿de qué otro
modo conocerás de la vida del Señor Jesús?
Carta XVII
HUMILLACIÓN
Lo más importante es la humildad. La humildad te da un espíritu
moldeable que lo hace todo más fácil. Considera la vida de Jesús. Nació
en un establo.
Tuvo que huir a Egipto. Trabajó treinta años en la tienda de un artesano.
Sufrió hambre, sed, y fatiga. Era pobre y fue ridiculizado. Enseñó
la doctrina del cielo y nadie le escuchó.
Fue tratado como un esclavo, fue traicionado, y murió entre dos
ladrones. La vida de Jesús estaba repleta de humillación, pero nosotros
nos aterramos ante la idea de la menor humillación. ¿Cómo esperas
conocer a Jesús si no le buscas donde estuvo: en el sufrimiento y
en la cruz? Debes imitarle. Pero no creas que puedes seguirle con tus
propias fuerzas... vas a tener que encontrar toda tu fuerza en Él. Recuerda
que Jesús quiere sentir todas tus debilidades. Procura seguir a
Jesús por la senda de la humildad que Él ha tomado. El mayor provecho
que puedes extraer de una experiencia de tu debilidad es dejar
que tu fragilidad te haga más sumiso y obediente.
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Carta XVIII
EL SACRIFICIO DEL AMOR
Si sólo sigues a Dios para sentir Su presencia y consuelo, entonces
le sigues por los motivos equivocados. Tu mente está ansiosa de conocer,
tu corazón quiere sentir cálidas emociones, pero no estás dispuesto
a seguir a Cristo a la cruz. ¿Es esto morir a uno mismo? Hay
una ambición espiritual refinada cuando se persiguen indebidamente
los dones espirituales. Pablo habla de un mejor camino. “El amor no
busca lo suyo.” ¿Cómo seguirás en la madurez si estás siempre buscando
el consuelo de sentir la presencia de Dios contigo?
La búsqueda del placer y el ignorar de la cruz no van a llevarte muy
lejos. Pronto te verás atrapado en la búsqueda de placeres espirituales.
Si tienes una niñez demasiado tierna en Jesucristo serás un buen
candidato para pasarlo muy mal cuando Dios empiece a destetarte del
consuelo emocional de la presencia de Dios.
¡No vivas en el porche y pienses que estás en la casa! Los comienzos
de tu fe pueden ser acompañados con muchos sentimientos maravillosos,
pero eso no quiere decir que hayas madurado. Aférrate
únicamente a Dios, y no dependas de nada de lo que sientas, o saborees,
o imagines. Llegarás a ver cuánto más seguro es este camino que
andar tras visiones y profecías.
Carta XIX
EL PROPÓSITO
DEL SUFRIMIENTO
Dios nunca te hace sufrir innecesariamente. Con tu sufrir Él tiene
la intención de sanarte y purificarte. La mano de Dios te hiere lo menos
posible. La ansiedad trae sufrimiento. A veces sencillamente no
estás dispuesto a sufrir, y acabas resistiéndote a la obra de Dios. Si
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pones a un lado todos tus deseos inquietos y tu ansiedad, experimentarás
la paz y libertad que Dios da a Sus hijos. El yugo que da Dios es
fácil de llevar si lo aceptas sin tratar de escapar. Haces que la vida te
sea más dolorosa cuando resistes a Dios en lo más mínimo. Sueles
regatear con Dios para poner un límite a tu sufrimiento. El propio capricho
interior que hace necesaria la obra de la cruz en tu vida es el
mismo que intenta empujar la cruz a un lado.
Dios tiene que empezar contigo desde cero cada vez que le echas a
un lado. Hay veces que Dios se lleva Sus dones hasta que los puedas
poseer con pureza. Si no fuera así te envenenarían. Es raro poseer los
dones de Dios sin afán de posesión.
Crees que todo es para ti. No piensas primero en la gloria de Dios,
pues de otro modo no te deprimirías cuando tus bendiciones visibles
se desvanecen. La verdad es que casi sólo te preocupas de ti mismo. El
amor propio se siente orgulloso de sus hazañas espirituales. Has de
perderlo todo para encontrar a Dios sólo por Sí Mismo.
Pero no vas a perderlo todo hasta que te sea arrancado de un tirón.
¡No empezarás a desprenderte de ti hasta que te despeñen por un barranco!
Él quita para volver a dar de una forma mucho mejor. Mira el
ejemplo de las amistades. Al principio Dios te atrae al derramar Su
presencia en ti. Estás dispuesto a orar y a dejar atrás tus deleites y
amistades egoístas. Renuncias a todo aquel que no se sienta como tú
te sientes. Muchas personas nunca pasan de este lugar. Algunos pasan
de ahí cuando dejan a Dios desnudarles de todo, pero se deprimen
cuando todo se convierte en una carga. Lejos de buscar amigos, los
amigos con que antes solía pasarlo bien, ahora le incomodan. Aquí
hay agonía y desespero. No es posible hallar gozo. ¿Te sorprende tal
cosa? Dios se lo lleva todo porque no sabes amar, y no hablemos de la
amistad. La idea misma hace que se te salten las lágrimas. Todo te
abruma. No sabes qué hacer. Estás de malhumor y lloras como un ni-
ño. Eres un amasijo de tumultuosas emociones que cambian de un
instante a otro. ¿Te parece difícil creer que una persona fuerte y altruista
pudiera llegar a un estado semejante? Hablar de amistad es
como hablarle de baile a un enfermo.
Espera a que pase el invierno. Tus verdaderos amigos volverán a
ti. Ya no amarás por ti mismo, sino en y para Dios. Antes, de alguna
forma tenías siempre miedo de perder... por muy generoso que parecieras.
Si no buscabas riqueza ni honor, buscabas un interés en común,
o confidencia, o entendimiento. Si te llevas estos consuelos, te
duele, te daña, y te ofende.
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¿No te muestra esto quién amas de verdad? Cuando lo que amas
en alguien es a Dios, estarás al lado de esa persona a pesar de todo. Si
la amistad se rompe en el orden de Dios, estás en paz. Puede que sientas
un profundo dolor, pues la amistad era un gran don, pero es un
sufrimiento tranquilo, y libre de la agria pena de un amor posesivo.
El amor de Dios te hace libre. No malgastes tu sufrimiento. Deja que el
sufrimiento lleve a cabo lo que Dios quiere que haga en tu vida.
Nunca te endurezcas tanto que sufras sin razón y sin ninguna finalidad.
Pablo dice, “Dios ama al dador alegre.” Cuánto ha de amar Él a
aquellos que con gozo se entregan a sus tratos.