Los Tres Tipos de Conocimiento (parte 1)

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La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

LOS TRES TIPOS DE CONOCIMIENTO

 

         La vida posibilita la existencia de tres tipos de conocimiento, básico o elemental, intermedio y superior, a saber, en el mismo orden: natural, espiritual y celestial. En este análisis se espera afectar lo menos posible la susceptibilidad del lector, sin embargo, para identificar y reconocer el conocimiento de dimensión celestial, es necesario tener en claro en qué consiste el conocimiento natural y su contraparte el conocimiento espiritual. En el caso de lo natural, involucra el apego a lo carnal y al pecado; quién de nosotros que pretenda alcanzar salvación y vida eterna, a nivel celestial, podría sentir alusión y ofensa con el siguiente texto de la Biblia:

 

“y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos),... y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor. Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición” (2 Pedro 2.7 al 12 – RVR60).

 

         La condición de Lot en el conocimiento es muy diferente, en comparación con los moradores a su alrededor que no entienden lo espiritual, por causa de la incompatibilidad, menos pueden alcanzar o asimilar lo celestial. En la actualidad, ¿cuál conocimiento hace la diferencia y tiene sentido hacia lo celestial? La Biblia dice: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo...” (2 Pedro 2.20 – RVR60). La diferencia está en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, en el caso de Lot, ¿cuál es la clase o tipo de conocimiento? Lot practica un conocimiento por encima al de los moradores de su entorno, pero había un conocimiento superior al de Lot, que era el demostrado con la fe y justicia de Abraham.

 

         Los moradores inmersos en la práctica de la injusticia y maldad, en el conocimiento natural, se apegan a lo terrenal, mientras que Lot es justo y por consiguiente con su justicia demuestra el conocimiento espiritual. Pero en el caso de Abraham por su fe, el conocimiento es superior, porque es celestial. Dios le dice: “Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26.4 al 5 – RVR60). La simiente hace referencia a Cristo: “... Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3.16 – RVR60).

 

         El conocimiento espiritual se compone de los creyentes y de los practicantes. Muchas veces lo natural se camufla e infiltra entre los muchos llamados, por esta razón aunque los creyentes son espirituales, son pocos los practicantes de lo celestial, o sea, la simiente que es Cristo, la distinción del conocimiento entre Abraham y su sobrino Lot. Las personas del mundo arrastran su inclinación carnal en relación con lo natural, aunque se justifiquen con actos respaldados con legislación. Pero, ante Dios es injustificable e inválido: “¿Pues qué, si alguno de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso…” (Romanos 3.3 al 4 – RVR60).

 

         La transición intermedia de lo espiritual es determinante para estancarse y retroceder a lo natural o trascender a lo celestial. Esto significa que el ámbito o dimensión espiritual es un filtro para superar a lo celestial. En el caso de Lot y su familia, hay un apego por lo terrenal, ejemplarizado en el siguiente pasaje: “... el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot” (Lucas 17.31 al 32 – RVR60). Aunque son personas de suma espiritualidad, se les dice que escapen por su vida espiritual, mientras tanto, la esposa de Lot se apega a lo carnal o terrenal: “... Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas... Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal” (Génesis 19. 17 y 26 – RVR60).

 

         El precedente de Lot es su mirada y búsqueda de su camino más cercano de las ciudades, en el sentido simbólico de apego a lo natural y terrenal: “Y alzó Lot sus ojos, y vio toda la llanura del Jordán... en la dirección de Zoar... Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Génesis 12.10 al 13 – RVR60). El destino final de su situación de convivencia y familiar es más cercano a lo natural y terrenal hacia la ciudad Sodoma (Génesis 19.29 al 38).

 

         En el caso del conocimiento celestial, en referencia a la simiente en Cristo, la Biblia dice: “Si, pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios... Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros…” (Colosenses 3.1 al 5 – RVR60). Lo corporal del ser humano representa lo natural, pero el ser templo del Espíritu Santo es representación celestial. Un símbolo compara el templo con el cuerpo de vida, especialmente como un templo de vida espiritual: “Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Juan 2.21 – RVR60). Esto se cumple en los escogidos o predestinados a ser como Jesucristo, tanto en enseñanza y práctica, en ejemplo y modelo de vida espiritual.

 

         Hay infinidad de pasajes donde se hace mención y una relación de los tres tipos de conocimiento. Por ejemplo, en los casos de quienes trascienden al conocimiento celestial: “Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga... Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo (Salmos 82.1 y 6 – RVR60).

 

         En el caso de quienes intermedian en el conocimiento de un nivel espiritual: “¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado; libradlo de mano de los impíos (Salmos 82.2 al 4 – RVR60).

 

         En el caso de quienes se estancan en el conocimiento solo natural: “No saben, no entienden, andan en tinieblas; tiemblan todos los cimientos de la tierra... Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis. Levántate, oh Dios, juzga la tierra; porque tú heredarás todas las naciones (Salmos 82.5 y 6 al 8 – RVR60).

 

         El análisis realizado en la epístola a los Romanos, entre gracia, ley y pecado, tiene la siguiente interrogación y su correspondiente respuesta: “... ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?” (Romanos 3.5 al 6 – RVR60), La expresión “hablo como hombre”, hace referencia a la parte humana, como género o ser humano, quien podría cuestionar debido a su propia naturaleza que adversa a la gracia de Dios. No obstante, como ser espiritual afirma que de ninguna manera Dios es injusto, sino que el mundo pecador tiene que reconocer su irresponsabilidad. El ejemplo de la educación y ley de tránsito es parte de la legislación natural, autónoma, independiente e infinita. Es hora de que el ser humano asuma su propia responsabilidad, por esta causa Dios le delegó la administración de este planeta y dejó leyes cosmológicas y naturales, para su propia subsistencia. Sin embargo, el ser humano pretende culpar a Dios de la maldad ocasionada por el mismo humano.

 

 

Participantes de lo espiritual y del mundo de las religiones

 

         La intención es una determinación de la voluntad hacia un fin específico, según el grado o nivel de conocimiento, así influye la legislación natural, espiritual o celestial en la persona. Dios evalúa o valora la intención y propósito de acuerdo a la forma de ser en la conducción o comportamiento, ya sea entre la dimensión natural, espiritual y celestial. Hay una parábola del servidor infiel al respecto:

 

“Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá (Lucas 12.47 al 48 – RVR60).

 

         En este pasaje bíblico encontramos los tres grados o niveles en el plano dimensional de conocimiento. El que es solamente natural desconoce la voluntad de Dios, debido a la consecuencia de la ignorancia, incredulidad, indecisión e indiferencia, ya sea por omisión o voluntariamente. Especialmente en ocasiones por la capacidad del libre albedrío o libertad de elección confundida con el libertinaje. La persona conocedora de la voluntad de Dios, pero sin preparación y sin hacer la voluntad de Dios, es el espiritual con la condición solamente de creyente sin ser practicante. Se confunde con religiosidad. A la persona con mucho conocimiento se le demanda mucha práctica, y entre estos espirituales por su demostración de creyentes practicantes, se le demanda más compromiso, rendimiento de cuentas y responsabilidad, según la práctica del grado o nivel de conocimiento. Estos son los que tienen la posibilidad de acceder al conocimiento celestial, porque son quienes se les han confiado un nivel superior, entonces más se le pide cuentas de su grado avanzado.

 

         Según lo mencionado anteriormente, un análisis por partes, comparado con el caso de la legislación, según el tipo de conocimiento, Dios pesa en balanza la justicia de las intenciones del ser humano, especialmente los que se identifican o llaman espirituales practicantes y en realidad no son congruentes al ejemplo y modelo de Jesucristo. La Biblia dice lo siguiente: “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus... Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte (Proverbios 16.2 y 25 – RVR60).

 

         Jesucristo nunca en todo su evangelio discrimina, margina o rechaza a quienes son únicamente naturales, porque su llamado se dirige a los pecadores. Pero totalmente es intransigente en relación con el pecado, ya que ni es condescendiente ni es permisivo de la práctica del pecado. La Biblia aclara: “Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Marcos 2.16 al 17 – RVR60). Otro pasaje indica el propósito final del arrepentimiento: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento (Mateo 9.13 – RVR60).

 

         Los escribas y fariseos, murmuradores y querellosos, quienes censuran y hablan en contra de las acciones de Jesús, dominados por la avaricia y la envidia, los que con facilidad se quejan, crean altercado, debates, discordia, polémica y porfían con resistencia. Gente subversiva, capaz de alterar el orden público, destruir, revolver y trastornar el sentido moral, ensañados en matar a Jesús, por la rectitud y santidad de su enseñanza:

 

“Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mateo 27.20 al 25 – RVR60).

 

         A estos, Jesucristo les denuncia su doble moral e hipocresía, llenos de toda intolerancia religiosa y opositores a la acción y operación del Espíritu Santo: “Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando (Mateo 23.13 – RVR60).

 

         Aunque los escribas y fariseos, también los saduceos, entre otros, eran participantes de lo espiritual y del mundo de las religiones, se oponen y resisten al conocimiento celestial promovido y transmitido por Jesús. Tiempo después Esteban los denuncia, previo a su muerte como mártir, con estas palabras:

 

“¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis” (Hechos 7.51 al 53 – RVR60).

 

         Lo mismo se presenta en la actualidad, el mundo espiritual y religioso, condenan con justa vehemencia al mundo natural, por cuestiones de gustos y preferencias contrarios a la palabra y voluntad de Dios. Sin embargo, los mismos espirituales no logran mantener su consagración, integridad y santidad, según el ejemplo y modelo de vida en Jesucristo. Por ejemplo, el mundo natural aboga por las legislaciones nacionales de la aprobación de causas a favor de la eutanasia, cannabis recreativo, el matrimonio de igualdad civil, suicidio asistido, entre otros. Mientras tanto en la contraparte espiritual, se presentan escándalos públicos acerca de la pederastia, del abuso deshonesto en contra de los niños.

 

         Los supuestos creyentes cristianos se caracterizaron históricamente en crímenes, guerras, muertes y persecuciones donde se utiliza el nombre de Dios. Por ejemplo, la inquisición y las llamadas cruzadas o guerras religiosas y santas. Se recibió la ley del decálogo por disposición de ángeles, pero los mismos espirituales en su propia legislación se quedan sin entendimiento. Los espirituales se rebajan indignamente con las guerras al nivel de los carnales y naturales, a pesar de las condenas y críticas se hacen iguales, se camuflan, fusionan y mezclan terminando igual a los naturales. Prevalece la impunidad.

 

 

Pocos escogen ser como Jesucristo

 

         Jesús emite su mensaje para todos, algunos lo reciben como personas espirituales y otros como personas naturales: “Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Juan 6.64 – RVR60).

 

         Están los que tienen el libre albedrío natural: “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6.65 al 66 – RVR60).

 

         Están los que tienen el libre albedrío espiritual: “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6.67 al 69 – RVR60). Con la expresión ¿a quién iremos? se renuncia a la voluntad propia, para seguir a Jesús por voluntad espiritual como única opción.

 

         ¿Qué pasó con Judas Iscariote?

 

         Fue llamado entre los doce discípulos (Mateo 10.1 y 4). Claudicó y traicionó a Jesús (Mateo 26.14 al 16; Marcos 14.10 al 11 y 43 al 46; Lucas 6.16).

 

         Judas reconoce su pecado y la sangre inocente derramada por Jesús, pero a pesar de su arrepentimiento, se estanca y se queda solamente en el libre albedrío espiritual, de ninguna manera se posibilita en él la trascendencia al conocimiento de Jesús o celestial (Mateo 27.3 al 5 – RVR60).

 

         Judas en la transición de su naturaleza humana a espiritual, no logra del todo despojarse o desprenderse de ser ladrón: “… porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12.4 al 6 – RVR60). Siendo espiritual tenía una doble moral y la aparente comunión, consagración, fidelidad y santidad, inclusive, toma indignamente la cena (Juan 13.21 y 26 al 27).

 

         ¿Cómo estar seguro de que Judas Iscariote disfrutó del libre albedrío espiritual pero no pudo trascender al libre albedrío de Jesús o celestial? Pedro mismo testifica acerca de Judas Iscariote: “… y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio… de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar…” (Hechos 1.15 al 26 – RVR60).

 

         El libre albedrío espiritual se convierte o transforma en libre albedrío según Jesucristo, conocido como el libre albedrío de Jesús o celestial. Sucede cuando escala y trasciende al conocimiento celestial de los que son predestinados a ser como Jesús: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él… habiéndonos predestinado…” (Efesios 1.3 al 5 – RVR60).

 

         En el caso de los pocos escogidos son los practicantes como Jesús: “Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado… Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6.28 al 29 y 38 – RVR60). Este libre albedrío de Jesús o celestial, es la renuncia de Jesús de hacer su propia voluntad, para hacer la voluntad de Dios el Padre Celestial que le envió. Jesús dice: “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Juan 3.21 – RVR60). Los verdaderos practicantes no tienen cualquier tipo de práctica, sino la enviada por Dios, según la misión a través de Jesucristo. El mundo de las religiones son todos los llamados inmersos en el libre albedrío espiritual, pero son pocos quienes escogen ser como Jesucristo.

 

 

Jesucristo tiene la preeminencia

 

         Si hay un conocimiento natural y un conocimiento espiritual, ¿cómo identificar y reconocer el conocimiento celestial? Para saber la respuesta es necesario precisar con claridad la función del pecado. Es común la generalización del término pecado, pero el ejercicio del mismo varía según el tipo de conocimiento donde se aplique. Por ejemplo, se dice que un Estado incluye el gobierno, el pueblo y el territorio. Debido al aumento de población, los cambios de época, evolución industrial y tecnológica, nuevas generaciones y el paso del tiempo, en la actualidad se requieren nuevas regulaciones de convivencia, por ejemplo, ahora es imprescindible la educación y la ley vial para el tránsito peatonal y vehicular (conocimiento del ámbito natural). Esto significa que la infracción e irrespeto a las señales de tránsito y a las indicaciones de un semáforo es una especie de pecado ante la ley y la sociedad, con su respectivo castigo, consecuencia y justa retribución.

 

         Pero, ¿cuál es la relación comparada de esta disposición con lo eclesial o eclesiástico, en lo perteneciente o relativo a la iglesia y ante Dios? Por ejemplo, cuando hay ingesta de licor en un conductor y la consecuencia de muerte de un inocente por causa de un accidente de tránsito vehicular, ¿es la paga de este pecado la misma ante el Estado, la iglesia y ante Dios? En cada tipo de conocimiento puede sufrir castigo por las consecuencias de su pecado. Por consiguiente, el pecado según la Biblia es infracción de la ley de Dios (1 Juan 3.4), toda injusticia es pecado (1 Juan 5.17) y el saber hacer lo bueno y no hacerlo (Santiago 4.17). Caso contrario las decisiones por libre albedrío y la gracia se vuelve en libertinaje: “… hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia…” (Judas 4 – RVR60).

 

         Cuando el natural se introduce en el mundo de lo espiritual, escala a un grado mayor de conocimiento y adquiere cierto criterio para juzgar, especialmente adquiere la consciencia de considerar y reconocer las diferencias existentes entre lo natural y lo espiritual: “En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie” (1 Corintios 2.15 – RVR60). Claro está, el espiritual que es practicante y cumple a cabalidad con la accesibilidad al conocimiento celestial, como veremos a continuación:

 

         La legislación es el conjunto de leyes sobre una materia determinada, tanto la legislación natural y la legislación espiritual están accesibles de todo ser humano sin discriminación o marginación alguna. ¿Por qué la legislación natural y espiritual se puede acceder con facilidad? Porque existe el avance científico, industrial, medios de comunicación y tecnológico que posibilita transmitir el conocimiento a todo el planeta. Por ejemplo, Internet, radio, y televisión. Hay abundante material académico, literatura y periodístico que educa e informa al ser humano. En el aspecto natural hay escuelas, institutos y universidades. En lo espiritual hay congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas con abundancia de autores, editores, escritores, evangelistas, líderes, misioneros, oradores, pensadores y predicadores. Además de gran cantidad de páginas web con la suficiente literatura digital, bibliotecas y locales de librerías con material impreso.

 

         El tipo de conocimiento considerado como celestial, hace alusión al conocimiento que es por revelación del Espíritu Santo de Dios con la finalidad de comprender, obedecer y ser semejantes a Jesucristo en el diario vivir (1 Corintios 2.9 al 13). El espíritu del hombre que está en él es la intención de su propia mente, por esta razón se conoce a sí mismo hasta lo más secreto de su vida, pero el secreto del conocimiento celestial está en Cristo: “Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.16 – RVR60).

 

         Es indispensable y vital la transición de natural a espiritual, que habilita y posibilita la trascendencia al conocimiento celestial. Se reitera que el humano deja de ser solamente natural cuando empieza a ser morada del Espíritu Santo de Dios: “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14.17 – RVR60). El Espíritu de Dios de ninguna manera es exclusivo de una sola congregación, denominación, iglesia o religión cristiana, porque Jesucristo dijo: “El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos... Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Juan 3.31 al 34 – RVR60).

 

         Lo que se da por medida es la fe, por esta razón hay tanta variedad de doctrinas y dogmas infinitos, que nunca terminan de surgir dentro del cristianismo, así, la gran cantidad de congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones, que dicen cada una tener la verdad única y absoluta. Mientras que el practicante seguidor de Jesucristo ejerce y enseña, según el ejemplo y modelo, semejante a Jesús, quien trajo el mensaje del Padre Celestial. Observemos estas palabras claves:

 

“... vuestro culto racional... la renovación de vuestro entendimiento... no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno... así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que teniendo diferentes dones, según la gracia... conforme a la medida de la fe;... El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal...” (Romanos 12.1 al 10 – RVR60).

 

         El problema es que quienes se estancan únicamente como creyentes, siguen siendo terrenales y cuestiones terrenales son las que transmite. Profundicemos la palabra de Dios al respecto, cualquier integrante o miembro creyente de una congregación, denominación, iglesia o religión, podría equivocadamente rivalizar hasta el odio por cuestiones de creencias. Esto lo hace terrenal, pero ninguno que practique la obra de Jesucristo, podría con sus acciones, gestos, hechos o palabras, negar a Cristo y tratarlo de anatema, o sea, decir mal contra otro para que sufra daño de maldición (1 Corintios 12.3 al 14). Ninguna organización eclesiástica o persona podría dividir el Espíritu Santo ni dividir a Cristo.

 

         Lo que pasa es que algunos sin temor de Dios, privatizan a Cristo en un supuesto beneficio e interés particular y muy exclusivo de su agrupación, pero ante Dios todos son iguales dentro del fraccionamiento cristiano, porque el común o unidad está en Cristo, para salvación y vida eterna. La unción del Espíritu Santo mantiene a la persona firme en Cristo, especialmente en el conocimiento celestial enviado del Padre, donde Jesucristo tiene la preeminencia. El engaño es cuando se pretende anteponer doctrinas o dogmas de salvación y vida eterna, por encima de Cristo: “El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3.35 al 36 – RVR60).

 

         Si existe una inteligencia emocional de concienciar en cada ser humano la mejor reacción afectiva y de sensibilidad, frente a las situaciones inesperadas que el entorno ofrece, con más justificación y sentido existe la inteligencia espiritual que nos lleva al conocimiento celestial. Desde la antigüedad el profeta Elías advierte a quienes titubean en el pensamiento: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra” (1 Reyes 18.21 – RVR60). ¿Qué pasa por la mente del pueblo al no responder palabra? ¿Existiría una doble moral?

 

         La inteligencia es una facultad de comprender o percibir la relación de ideas, para darse cuenta, descubrir y hallar la explicación de lo que estaba escondido, ignorado u oculto. Es interesante la respuesta de Jesús cuando le preguntan si eran pocos los que se salvan: “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13.23 al 24 – RVR60). La mención de que muchos procuran, son los muchos llamados, que están involucrados en el mundo espiritual, en la proliferación de creencias y prácticas ajenas a Jesucristo, quien es la verdadera puerta del conocimiento celestial: “... Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.21 al 23 – RVR60).

 

         Toda doctrina o dogma, que desvía la atención de Cristo y le resta la preeminencia, está en función de quienes procuran entrar con diligencia, pero sin poder acceder a lo que verdaderamente tiene importancia para la salvación en Cristo: “Yo soy la puerta; el que por mi entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Juan 10.9 – RVR60). Mientras el ser humano tenga la capacidad de interpretar y opinar, surgirán doctrinas y dogmas siempre. Por este motivo corresponde a la legislación infinita o interminable del conocimiento espiritual.

 

         Actualmente el conocimiento de orden natural ocupa la energía y mente de toda la humanidad, ya sea en lo científico, comercial, económico, financiero, militar, político, entre otros. Aún en el caso de los espectáculos artísticos, deportivos y musicales cautivan y entusiasman al mundo entero, muchas veces más que honrar y glorificar a Cristo con sus vidas. Pablo menciona lo siguiente: “... Todo aquel que lucha, de todo se abstiene;... no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9.24 al 27 – RVR60). El conocimiento que se queda solamente en lo natural, tiene su planificación y proyección de vida proyectada a este límite de existencia natural. Hasta los planes de jubilación son para este mundo material y terrenal. Mientras que el espiritual planifica su vida proyectada a la venidera después de esta vida, o sea, es semejante a vivir para servir, con el planeamiento y preparación para recibir una jubilación de vida eterna, después de esta muerte física, material o terrenal.

 

         La dedicación y disposición exclusiva de esta vida, para recibir de recompensa los beneficios, bienes y servicios de este mundo es el camino ancho o la puerta ancha, a diferencia el objetivo, meta y propósito de lo celestial es el camino angosto o puerta angosta: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puesta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7.13 al 14 – RVR60). El espiritual está en una posición de expectativa de la realidad, o se encaja a lo natural o se desprende y libera hacia la verdad celestial mediante Jesucristo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,... que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia” (Efesios 1.3 y 8 – RVR60).

 

         La construcción del concepto y origen de lo que se llama inteligencia emocional, en relación con la comprensión de nuestras emociones para conducirlas adecuadamente en la conducta y pensamiento, generador de una mejor respuesta de comportamiento reactivo al medio, de ninguna manera tiene procedencia humana, sino previamente es designio divino desde la creación. Observemos los siguientes indicios: “En el principio Creó Dios los cielos y la tierra... y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1.1 al 2 – RVR60). Desde un principio se hace mención de Dios y de su Espíritu, relacionado con energía y poder, la fuerza de la voluntad de Dios en la acción y efecto de la Creación.

 

         Esto se demuestra cuando Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1.26 al 27 – RVR60). Previo a la existencia del ser humano hay un modelo de referencia, de imagen y semejanza, que tiene que ver con los atributos y carácter de Dios: “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones” (Salmos 100.5 – RVR60). La voluntad de Dios se manifiesta en el inicio de lo existente: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apocalipsis 4.11 – RVR60).

 

         Estos valores son espirituales porque son intangibles, no se ven ni se tocan, pero se manifiestan y visualizan con la acción, acto, comportamiento y conducta del ser espiritual. Lo que pasa es que estos valores los pretende simular el conocimiento natural sin éxito, ya que son efectivos solo por el conocimiento espiritual en Dios. En el mundo natural prevalece la corrupción de los antivalores. Prueba de esto es que Jesucristo tuvo que venir a traer el mensaje de que el reino de Dios se había acercado, es decir, como Dios es amor (1 Juan 4.16), es Espíritu (Juan 4.24) y es luz (1 Juan 1.5), conocemos lo invisible y la certeza de los atributos de Dios, mediante la persona de Jesucristo, con su ejemplo de vida, como persona física que hizo visible los atributos y carácter de Dios, en su esencia y forma de ser. La persona de Cristo es la parte visible que nos hereda el ejemplo, modelo y testimonio de vida espiritual y celestial.

 

         Los valores de Dios jamás son relativos en el sentido de ser variables, debido a las circunstancias o a la época; y tampoco son subjetivos, según el modo de pensar y sentir de cada persona. Esto porque los valores de Dios son universales y tienen un mismo significado en todas las culturas, sociedades y zonas geográficas del planeta. Por ejemplo, el amor de Dios, la fe de Dios, la justicia de Dios, la misericordia de Dios, es igual en cualquier parte del mundo espiritual. Es el ser humano natural que tiene una actitud de relativismo y subjetividad engañosa en los valores, para confundir y distorsionar la voluntad de Dios y convertir en libertinaje la gracia de Dios, la palabra transmitida por el Hijo de Dios en representación de Dios Padre, es común para toda la humanidad como una sola raza humana. La única división es étnica en el sentido de las costumbres por herencia cultural o nacional. Jesucristo es el medio, motivo y la razón de conocer la verdadera realidad. Es la única aspiración para el ser humano de recibir salvación y vida eterna.

 

 

Contraste notable entre lo natural y lo espiritual

 

         ¿Por qué tiene valor el entendimiento de diferenciar los tres tipos de conocimiento: natural, espiritual y celestial? Porque lo natural no puede asimilar, es decir, asemejar o equiparar con lo espiritual. Algunos por desconocimiento tratan de demostrar una semejanza y consideran que son iguales o equivalentes, similar a una amalgama entre lo natural y lo espiritual. En otras palabras, una unión a pesar de su sentido contrario, por ser distintas y opuestas. Entonces justifican que una persona aunque sea desobediente a Dios, inclusive que niega la existencia de Dios, igual puede ser espiritual. Observemos como la palabra de Dios establece la diferencia: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo(Colosenses 2.8 – RVR60).

 

         En el mundo abundan las filosofías, pero ausentes de glorificar y honrar a Cristo con la exactitud y profundidad de su mensaje y práctica. Este mundo vive una apariencia pasajera: “... porque la apariencia de este mundo se pasa (1 Corintios 7.31 – RVR60). Los espirituales son conscientes de que Cristo es lo permanente, que aunque disfruten y vivan en este mundo natural, no pueden disfrutar de lo referente al pecado contrario a Cristo, porque lo real y verdadero de la vida es identificado y reconocido en Jesucristo:

 

“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;... derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,... Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo (2 Corintios 10.3 al 7 – RVR60).

 

         Precisamente por la razón de divulgar y promover a Jesucristo, tiene sentido y es válida la existencia de tantos grupos de congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas. Porque en todos estos grupos, hay personas auténticas, genuinas y sinceras, verdaderos discípulos de Jesucristo, que reconocen la gloria y honra a Cristo con las enseñanzas, ejercicio y prácticas de su diario vivir, congruentes a la obediencia y palabra de Dios Padre como la autoridad máxima sobre todo lo existente.

 

         Pero finalmente ¿en donde se ubican los que se levantan con argumentos y altivez contra el conocimiento celestial de Dios? Es claro en la Biblia y hay muchos pasajes que confirman la condición de quienes se quedan solo en lo natural, ajenos a la obediencia y práctica de la voluntad de Dios. También tiene sentido común entender que quienes buscan lo espiritual, están en los grupos de fe, congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas como medio para el fin, que es conocer a Cristo. Que el conocimiento de lo espiritual es necesario para posibilitar la trascendencia al conocimiento celestial. Pero no es de extrañar la mediocridad de quienes están a medias, sin desapegarse por completo de lo natural y sin trascender a lo celestial, porque están entre las mismas personas que aparentan espiritualidad. Por esta situación Jesucristo habla de calientes y fríos, como extremos definidos, pero los tibios aparentan ser lo que no son: “... He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente, ¡Ojala fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca (Apocalipsis 3.14 al 16 – RVR60).

 

         ¿Por qué decimos que los tibios están entre los espirituales? Porque un sector de los espirituales son los indecisos, que se quedan solo como creyentes en lugar de llegar a ser practicantes. Estos son los que desde sus asientos, una banca o desde un púlpito se consideran más puros y santos que otros, solamente con la apariencia de vivir en una verdadera paz y en la santidad, sin embargo, blasfeman, condenan, enjuician y maldicen a personas asistentes asociados, comunitarios, feligreses, hermandad, integrantes, miembros de congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas. Tratan de idólatras a los demás, cuando ellos mismos tienen otras prácticas como las siguientes:

 

“... avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita (2 Timoteo 3.1 al 5 – RVR60).

 

         Nada de esto mencionado representa a Cristo, vendrían a ser anticristos o falsos cristianos. Pueden ser grandes conocedores o creyentes, pero no practicantes, semejantes son los demonios que creen, sin embargo, no practican la voluntad de Dios: “... También los demonios creen, y tiemblan (Santiago 2.19 – RVR60). Es cierto que el espiritual inicia con creer, este vendría a ser el primer paso, pero la práctica viene a ser cuando Jesucristo dice que el que fuere bautizado: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (Marcos 16.16 – RVR60). Jesucristo dijo claramente, el que fuere bautizado, de manera que se implica la demostración con el ejercicio y práctica, que se hace indispensable para lo espiritual, de manera factible y realizable, para trascender desde lo natural hasta alcanzar lo celestial.

 

         Ser bautizado implica el llamamiento y nacer de nuevo, arrepentimiento, conversión, resarcimiento y santificación. Además de la consagración, los frutos de la conversión, la inmersión en el Señor Jesucristo, en su devoción y sufrimiento, el sello del Espíritu Santo y el fuego de prueba al justo. Un ejemplo del espiritual con la mediocridad, ausente de la inteligencia espiritual, está claramente definido por Jesucristo en la parábola del sembrador (Mateo 13.18 al 23). Esta situación descrita en la explicación de la parábola es muy similar a lo dicho por Jesús al respecto: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6.45 al 46 – RVR60). La obstrucción a la enseñanza de Cristo es a través de las doctrinas y dogmas comunes en congregaciones, denominaciones, iglesias y religiones cristianas, que le quitan la preeminencia a Jesucristo, no obstante, siempre habrá personas entre ellos que darán a Jesucristo la prioridad, gloria y honra que merece por la voluntad del Padre.

 

         ¿Cuál es el propósito del conocimiento celestial para beneficio de la humanidad? Para comprender la respuesta hay que tener claro la situación de un contraste notable entre lo natural y lo espiritual. La Escritura aclara al respecto lo siguiente:

 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito... El que en él cree, no es condenado... Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas...” (Juan 3.16 al 21 – RVR60).

 

         Otro pasaje explica que Jesucristo es la luz: “… Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8.12 – RVR60). Dios ama al mundo de seres humanos, prueba de esto es que ha enviado a su Hijo para que el mundo sea salvo por medio de él, porque las obras del mundo han sido malas (Juan 15.18 al 19). El practicante es hijo de Dios, cuando sin aislarse de la sociedad, se guarda del mal (Juan 17.15 al 18), rechaza el ejercicio del pecado partícipe en la sociedad del mundo (1 Juan 2.15 al 17), porque el nacido de Dios con fe enfrenta la maldad, vence con el bien el mal (Romanos 12.17 al 21; Juan 5.4) y se preserva en santidad.

 

         Algunos divulgan el concepto de lo material fusionado o mezclado a lo espiritual sin distinguir la diferencia, pero la Biblia dice lo siguiente: “Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material?” (1 Corintios 9.11 – RVR60). El Señor Jesucristo manifiesta lo siguiente: “Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lucas 12.15 – RVR60). Además: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16.26 – RVR60). El término alma equivale a vida. Estas expresiones son ejemplos del desinterés del mundo natural en seguir el ejemplo y modelo de vida semejante a Jesucristo, quien dice: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adultera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles (Marcos 8.38 – RVR60).

 

         Acerca de la incredulidad, indecisión, indiferencia e ignorancia, motivo del sentido opuesto entre lo natural y lo celestial, sumado al titubeo espiritual presente según la Biblia: “A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne (Judas 22 al 23 – RVR60). El ser humano desde un principio, según el modelo de Adán y Eva, pretende vivir sin tomar en cuenta a Dios. Esta forma de vida cotidiana es conocida como solamente natural, mientras tanto, el ser humano interesado en conocer y practicar la voluntad de Dios, le llamamos espiritual. Quienes dudan entre los espirituales y sus vidas reflejan estar más apegadas a lo natural, son los indecisos o tibios, que se quedan solamente como creyentes, pero sin el ejercicio como practicantes. Porque quienes de forma genuina y verdadera de la práctica espiritual, se despegan terrenalmente de lo natural y trascienden al ejemplo y modelo de vida mediante Jesucristo con su conocimiento celestial, para salvación y vida eterna.

 

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Jesucristo enseña la doctrina del Padre

 

         Observemos en el siguiente análisis la diferencia entre conocimiento natural y conocimiento espiritual. Jesús dijo:

 

“Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10.42 al 45 – RVR60).

 

         La sabiduría de Dios es para entender la relación entre el conocimiento netamente natural y el definido como espiritual. Estos conocimientos autónomos, sin límites, tienen su fundamento en su propia legislación: la convivencia entre las civilizaciones y culturas o la descrita en el Antiguo Testamento con la ley de Dios, las acciones y consecuencias, la promoción y vivencia del amor de Dios, la fe, la justicia, la misericordia, la paz y santidad, el cumplimiento y obediencia a su alianza. El caos natural se ha vuelto un sepulcro, lo espiritual para purificación y lo celestial un impulso divino por causa de la vida eterna. En el caso de la sabiduría del ser humano, por sí sola ha sido insuficiente, en términos espirituales, cuando la persona se excluye así misma de la posibilidad de tomar en cuenta la sabiduría proveniente de Dios el Creador, el saber de procedencia de lo alto:

 

“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Corintios 2.6 al 8 – RVR60).

 

         Según el pasaje anterior, no se habría crucificado a Jesús sí hubieran entendido el mensaje de la sabiduría de Dios, pero el ser humano llevado por su propia sabiduría, con la influencia de intereses egoístas, mezquinos y particulares, luchas de poder, status social, compromisos políticos, militares, económicos o financieros, distorsiona el entendimiento y la idoneidad del juicio. Inclusive el mundo religioso en la dimensión o plano espiritual, tiene una dependencia recíproca en intereses y conveniencias con el mundo natural y político, a través de alianzas, convenios e inclusive encubrimientos.

 

         Los mismos principales sacerdotes y fariseos testificaron lo siguiente:

 

“… se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día… Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27.62 al 66 – RVR60).

 

         Estos principales sacerdotes y fariseos, profesaban conocer y enseñar de Dios, pero trataron al Señor Jesús como un engañador. Dieron de su propio dinero a la guardia, para rumorar el hurto del cuerpo por parte de los discípulos, dicho divulgado entre los judíos hasta hoy (Mateo 28.11 al 15). Estos mismos, recurrieron al falso testimonio para acusar y culpar injustamente a Jesús con engaño y mentira: “Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte” (Mateo 26.59 – RVR60).

 

         Más adelante se dice lo siguiente: “Y Pilato les respondió diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Porque conocía que por envidia le habían entregado los principales sacerdotes” (Marcos 15.9 al 10 – RVR60). Los doctos o líderes religiosos podrían ser muy catedráticos e informados, pero en el plano espiritual, tenían antivalores como la envidia. Su apego a esta envidia los ubica entre el conocimiento natural y el espiritual, pero no logran trascender al celestial, prueba de esto es que rechazan a Jesucristo como Salvador personal. El conocimiento celestial es por medio de la gracia de Dios, mediante la fe en el Señor Jesucristo: “y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2.6 – RVR60). Sin esta sabiduría, la creencia es forzada e impositiva con violencia, caso sucedido con las guerras religiosas del enojo, intolerancia, muerte y odio.

 

         En el primer siglo existían grupos religiosos como los fariseos y los saduceos, quienes rechazan a Jesús. No comprendieron la relación entre la ley y su transformación a la gracia. En una ocasión Jesús se refiere a los maestros de la ley y los fariseos como personas que con sus hechos niegan lo que con sus labios confiesan: “… Mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23.2 al 3 – RVR60). Esto significa que son los creyentes pero sin ser practicantes, o sea, espirituales de carácter religioso, pero no celestiales predestinados a ser como Cristo, a quien niegan y rechazan, en su propio perjuicio y riesgo de salvación y vida eterna, porque aunque el conocimiento es poder, sin la práctica de Cristo son nada.

 

         Jesucristo enseña la doctrina del Padre con la autoridad de Dios Hijo: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas” (Mateo 7.28 al 29 – RVR60). En la época de Jesús los gobernadores representan el conocimiento natural, los sumos sacerdotes representan el conocimiento espiritual, Juan el Bautista junto con Jesús representan el conocimiento celestial.

 

         Dios nos habla por medio de su Hijo y le delega su autoridad como enviado (Hebreos 1.1 al 2; Juan 3.16 al 18):

 

“Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7.16 al 18 – RVR60).

 

         El Señor Jesús cuando le llega la hora de ser entregado, escarnecido y crucificado, ora intensamente en la intimidad con su Padre, con mucha aflicción y angustia, para ser fortalecido y poder soportar el momento esperado. En esta oración, su sudor es como grandes gotas de sangre derramadas en tierra, su corazón palpitante siente el consuelo de la presencia divina, no obstante, se acerca el acecho de sus verdugos y la traición. Sus ojos dulces, piadosos, llenos de amor y misericordia, observan la acción del ser humano, que le causaría un castigo inmerecido, a pesar de mostrar tanta bondad y compasión, al ayudar y sanar a los más necesitados.

 

         Jesús conoce el corazón y la mente de cada persona (Mateo 9.3 al 4, 22.18; Lucas 5.22; Juan 2.23 al 25, 5.42), abriga la esperanza, de que en medio de la maldad de sus adversarios, surja un destello de luz, de amor genuino y fe verdadera, similar al amor entregado personalmente, sin reproche ni reservas, sino con todo su ejemplo. Y aún en la plenitud de su muerte, en el momento final, en la culmine del abandono, dolor y gran sufrimiento, por el desprecio e injusticia recibida, brotan en sus labios humanos, desde lo más profundo de su corazón, con el amor divino derramado en todo su ser, las siguientes palabras: “… Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen… En tus manos encomiendo mi espíritu…” (Lucas 23.34 y 46 – RVR60).

 

Continúa en la parte 2...

 

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