LA VIDA DE NOE

Génesis 6:5–22


El v. 5 nos da un compendio del estado del mundo.
Noé en medio de toda corrupción procuró guiar a su familia.
La Biblia lo menciona en forma honorable “heredero de justicia”.
Heb. 11:7 y Gén. 6:9, es un oasis entre un desierto de maldad.
Justo ante los hombres; perfecto ante Dios; correcto consigo mismo.
Así revela su carácter personal y por Noé Dios provee un escape.


I. NOE FUE EL UNICO EN UNA GENERACION APOSTATA
Hijos de Dios, son descendientes de Set, de profesión religiosa.
Hijos de los hombres, son descendientes de Caín, carnal y apóstata.
Esos casamientos mixtos fueron fuentes de corrupción.
Mujeres incrédulas, como madres, ejercían una influencia fatal.
Noé se destaca en su vida, en tales tiempos, por su disconformidad.
Su separación del mundo le libró a él y a los suyos. (Luc. 17:27).


II. NOE SE PREPARO A PESAR DE NO TENER SEÑALES
En Heb. 11:7 leemos “de cosas que aún no se veían … preparó el arca”.
Ejerció su fe, preparándose de cosas aún invisibles.
La razón por la que se nos llama a dejar al mundo es su condenación.
Dijo: “Cristiana” (Peregrino), “Estamos en la ciudad de destrucción.”
La ciega filosofía dice: “¿dónde está la promesa …? (2 Ped. 3:4).
NOE da la espalda a irregularidades y ve por fe el futuro.


III. NOE Y SU DOBLE PREDICACION
Fue predicador de justicia (v. 3) y predicó preparando el arca.
Tenía fe práctica, debía hacer algo y lo hizo enseguida hasta el fin.
Para muchos, 120 años les habrá parecido el colmo de la fantasía.
Así es la fe válida, se separa del mundo y echa mano de la vida.
Esa ARCA es figura de Cristo, único medio de librarnos de perdición.
Debemos aceptar por fe lo que Dios ha dicho, y seremos salvos.


IV. NOE Y LOS RESULTADOS DE SU ACCION
No podemos condenar el mundo mientras estemos y seamos del mundo.
Estos están en el mundo, pero no son del mundo. (Juan 17:15).
Si queremos ayudar a otros debemos elevarnos de su nivel.
Noé les dejó tierras, riquezas e ideas. Luego Dios le dio todo.
Aquella mañana bajando del monte Ararat, todo era suyo. (Mat. 5:5).
Nadie pudo disputar sus títulos o escrituras. Era único heredero.
En Cristo Jesús somos hechos HEREDEROS DE SU GRACIA. (Ef. 1:11-14).


Daniel Campderros, Bosquejos Biblicos: Tomo I (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2003), 18.

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