El acompañamiento celestial fortalece y refuerza en cada persona, la confianza, esperanza, fe y seguridad en Jesucristo, quien es la mayor riqueza que podría experimentar un ser humano: “A los cuales quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre los Gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria: El cual nosotros anunciamos, amonestando á todo hombre, y enseñando en toda sabiduría, para que presentemos á todo hombre perfecto en Cristo Jesús: En lo cual aun trabajo, combatiendo según la operación de él, la cual obra en mí poderosamente” (Colosenses 1.27 al 29 – RVR1909). Jesucristo afirma este acompañamiento por siempre: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28.20 – RVR1909). La sabiduría de Jesucristo corresponde a un conocimiento celestial en profundidad, a tal grado y nivel que su transmisión requiere el Espíritu Santo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos; Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14.15 al 17 – RVR1909).
Este empoderamiento en el Espíritu Santo, la cual obra mediante la operación de Jesucristo con toda sabiduría poderosamente, de ninguna manera se adquiere con dinero como hace mención Simón el que ejerció las artes mágicas: “Y como vió Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, Diciendo: Dadme también á mí esta potestad, que á cualquiera que pusiere las manos encima, reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, que piensas que el don de Dios se gane por dinero” (Hechos 8.18 al 20 – RVR1909). La verdadera riqueza consiste en el empoderamiento en el conocimiento y sabiduría de Jesucristo a través del Espíritu Santo, que no se compra con dinero, sino que se empodera con el hacer la voluntad de Dios Padre. Todo este proceso es el acompañamiento celestial: “Dícele Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué hay porque te hayas de manifestar á nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús, y díjole: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he hablado estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14.22 al 26 – RVR1909).
Se dice acerca de los seres humanos que unos nacen para ser líderes y otros nacen para ser seguidores. Esta afirmación es cierta en la medida de que el líder es Jesucristo y los seguidores son aquellos que siguen a Jesucristo. También se dice que un líder ve más allá, Jesucristo sobre todo ser humano que haya existido en la historia de la humanidad, tiene la exclusividad y ventaja de recibir y transmitir un conocimiento celestial directamente de Dios Padre. Esto hace a Jesucristo el líder absoluto, único y verdadero. El Señor Jesucristo dice en la Escritura:
“Estas cosas os he hablado en proverbios: la hora viene cuando ya no os hablaré por proverbios, pero claramente os anunciaré del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre: y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros; Pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo: otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. Dícenle sus discípulos: He aquí, ahora hablas claramente, y ningún proverbio dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios” (Juan 16.25 al 30 – RVR1909).
Jesucristo es la explicación de por qué el ser humano aprende directamente de Dios Padre. La autoridad y potestad delegada por Dios para transmitir el conocimiento celestial está en Jesucristo:
“Respondió entonces Jesús, y díjoles: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre: porque todo lo que él hace, esto también hace el Hijo juntamente. Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores obras que éstas le mostrará, de suerte que vosotros os maravilléis. Porque como el Padre levanta los muertos, y les da vida, así también el Hijo á los que quiere da vida. Porque el Padre á nadie juzga, mas todo el juicio dió al Hijo; Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (Juan 5.19 al 23 – RVR1909).
El acompañamiento celestial ofrece al ser humano un aprendizaje continuo para mejorar continuamente como persona. Jesucristo como Prototipo es el perfecto ejemplo y modelo de vida en sus atributos, características, cualidades, principios, valores y virtudes: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13.15 – RVR1909). También los seguidores de Jesucristo son llamados a mostrarse como ejemplos de comportamiento y conducta: “Mostrándote en todo por ejemplo de buenas obras; en doctrina haciendo ver integridad, gravedad, Palabra sana, e irreprensible; que el adversario se avergüence, no teniendo mal ninguno que decir de vosotros” (Tito 2.7 al 8 – RVR1909). Si en Jesucristo encontramos un Prototipo único, en sus seguidores vemos un estereotipo en el buen sentido de la palabra: “Y conversaron todo un año allí con la iglesia, y enseñaron á mucha gente; y los discípulos fueron llamados Cristianos primeramente en Antioquía” (Hechos 11.26 – RVR1909). Esta diferenciación social de llamar cristianos a los seguidores de Cristo, es una observación de terceras personas que en Antioquía llama con esta denominación o nombre de cristianos, a manera de un estereotipo, sin embargo, a lo interno de la comunidad de fe se hacen llamar discípulos de Jesucristo, por su ejemplo y testimonio de vida que los diferencia.
Este tipo de estereotipo de los cristianos presenta un equilibrio de actitud pasional, entre lo anímico, emocional y sentimental, con la realidad de su estilo o forma de vida, por esta razón Pablo en su defensa les llama el Camino: “Esto empero te confieso, que conforme á aquel Camino que llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; Teniendo esperanza en Dios que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos, la cual también ellos esperan. Y por esto, procuro yo tener siempre conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres” (Hechos 24.14 al 16 – RVR1909). Los discípulos de Jesucristo son el Camino, porque siguen a Jesucristo el Camino: “Mas el que guarda su palabra, la caridad de Dios está verdaderamente perfecta en él: por esto sabemos que estamos en él. El que dice que está en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2.5 al 6 – RVR1909). El término estereotipo no tiene nada de despectivo ni peyorativo, al contrario es dejar una imagen o impresión fuerte o sólida, en el concepto de los demás: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11.1 – RVR1909). También se dice: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad los que así anduvieren como nos tenéis por ejemplo” (Filipenses 3.17 – RVR1909).
El ejemplo y modelo siempre es con referencia en Jesucristo, la sinergia o acción conjunta para un fin común está entre Jesucristo y cada persona individualmente, manifestada en un caminar o vivir una forma de vida. En este caminar se conjugan los elementos de lo afectivo, cognitivo y conductual, porque es fundamental el conocimiento o información que recibimos, nuestra actitud al momento de procesar los datos, enseñanza o mensaje, manifestado en nuestras emociones y sentimientos, y finalmente reflejado en nuestros actos o acciones cotidianas, tal es el caso de los discípulos de Jesucristo: “Llegó entonces á Efeso un Judío, llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este era instruído en el camino del Señor; y ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son del Señor, enseñando solamente en el bautismo de Juan. Y comenzó á hablar confiadamente en la sinagoga: al cual como oyeron Priscila y Aquila, le tomaron, y le declararon más particularmente el camino de Dios” (Hechos 18.24 al 26 – RVR1909).
El pasaje anterior menciona la capacidad de elocuencia, empoderamiento en las Escrituras, instrucción en el camino del Señor, fervor y diligencia en la enseñanza y oratoria. Esta capacidad requiere el estudio e investigación en profundidad de la palabra de Dios, con pensamiento analítico y sentido crítico. El control y dominio de la dimensión emocional se expresa en la relación social con los demás, los valores intrínsecos arraigados profundamente tienen una coherencia de integridad de adentro hacia lo externo, demostrados visiblemente en la vida cotidiana. A esto le llamamos una vida de integridad consciente, en armonía y congruencia con los principios, valores y virtudes. La interioridad del amor y servicio, fluye significativamente en ayudar a quienes están a su alrededor, porque con el bien común y recíproco se posibilita el compromiso y responsabilidad social ante Dios. Tener el pensamiento claro del rumbo a seguir, el respeto a la autoridad y voluntad de Dios, nos proyecta de esta vida terrenal a la promesa de vida eterna, en la dimensión del ámbito celestial. Para comprender el entorno es necesario comprenderse a sí mismo desde adentro hacia afuera, porque para amar al prójimo se requiere primeramente amarse a sí mismo.
Una espiritualidad elevada se refiere a estar por encima de la dimensión o plano natural, para trascender hacia lo celestial. La naturaleza humana por sí misma tiene imposibilidad de trascender, sino es por medio del don del Espíritu Santo. A manera de una analogía en el caminar, se requiere muchas veces de la protección atmosférica de un paraguas o una sombrilla, ya sea para la lluvia o para el sol. Así como se despliega un paraguas para la protección corporal, el Espíritu nos cubre y protege para la renovación en nuestra dimensión espiritual: “Que os dé, conforme á las riquezas de su gloria, el ser corroborados con potencia en el hombre interior por su Espíritu. Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; para que, arraigados y fundados en amor, Podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, Y conocer el amor de Cristo, que excede á todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3.16 al 19 – RVR1909).
La vida en última instancia es la vida celestial, a través de una comprensión profunda del propósito de Jesucristo, nos aclara el compromiso y entendimiento que tenemos con el poder de ayuda que nos brinda nuestro Señor: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial: al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Timoteo 4.18 – RVR1909). De igual manera nos consolidamos con la constante y permanente reiteración de nuestro compromiso con Dios. Jesucristo puede cambiar y llevar la naturaleza humana a una dirección espiritual y de trascendencia celestial, es realmente la fuente de vida abundante que nos eleva e inspira a lo intemporal, o sea, a lo que no es meramente temporal de este mundo. Porque se recibe el conocimiento necesario para un enfoque, fortaleza y renovación personal; por medio de las Escrituras se recibe un sistema de valores para meditación y reflexión frecuente. Así mejorar constante y permanentemente como persona, para poder luchar en el Camino del Señor por la salvación y vida eterna, de manera que la persona sea librada de la adversidad y maldad: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial: al cual sea gloria por los siglos de los siglos. Amén” (2 Timoteo 4.18 – RVR1909). La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor en Cristo Jesús, el amor de Dios Padre y su fuerza y poder del Espíritu Santo sea con vuestra intención de espíritu. Amén. Escrito y recopilación con amor por un servidor, Frederick Alberto Mora Quesada en https://www.neobiblismo.org/