28) Volver al sentido común y comunitario de Jesucristo.

Comentarios · 2099 vistas

La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

         Jesucristo transmite su enseñanza en parábolas, con un mensaje en el formato de contenido figurado, mediante la literatura de los evangelios con las analogías y comparaciones necesarias se deduce las verdades importantes de la vida cotidiana. Por ejemplo, Jesús dijo: “Mas respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15.13 – RVR1909). Se compara a las personas con las plantas y la consecuencia de no ser cultivado por el Padre celestial. Hay un simbolismo y un significado correspondiente, la expresión de plantar podría significar una relación directa y personal en el trato entre el ser humano y Dios Padre, además congruente al significado de cultivar, hay una posibilidad de ejercitar la inteligencia espiritual para que se perfeccione. La Biblia explica: “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado; Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual á lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente” (1 Corintios 2.12 al 14 – RVR1909). Una es la intención del mundo según el intelecto de la sabiduría humana, otra es la transformación espiritual a través del conocimiento celestial trasmitido por Jesucristo, enviado directo de Dios Padre: “Si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (Gálatas 5.25 – RVR1909).

 

         Aclaremos este simbolismo, en cierta ocasión le preguntan al Maestro acerca del motivo del mensaje en parábolas: “Quien tiene oídos para oir, oiga. Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos; mas á ellos no es concedido. Porque á cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13.9 al 13 – RVR1909). Las personas que comprenden las ideas transmitidas por Jesús, logran saber su significado. La acción de comprender implica tener la idea clara del mensaje recibido, con la capacidad de identificar lo que el mensaje representa. Por esta razón algunos oyentes se ofenden del mensaje de Jesús: “Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los Fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?” (Mateo 15.12 – RVR1909). Los fariseos comprenden el mensaje y se ofenden, o sea, interpretan el mensaje adecuadamente, de manera que el significado del mensaje es comprensible porque queda claro. Lo que pasa es que los fariseos comprenden pero de ninguna manera entienden. La acción de comprender y entender es muy similar, inclusive son sinónimos, sin embargo, entender tiene un grado avanzado o superior a comprender, porque entender está relacionado con obedecer: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras: muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2.18 – RVR1909). Comprender la teoría de la fe requiere entender las obras de Jesucristo demostrado con el ejemplo y práctica.

 

         Los fariseos desaprobaron las obras de Jesucristo, comprendían el mensaje pero nunca lo obedecían: “Entonces habló Jesús á las gentes y á sus discípulos, Diciendo: Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los Fariseos: Así que, todo lo que os dijeren que guardéis, guardad lo y haced lo; mas no hagáis conforme á sus obras: porque dicen, y no hacen” (Mateo 23.1 al 3 – RVR1909). Los escribas y fariseos comprenden que existen, pero nunca entienden que existen para amar y servir a Jesucristo. Se cumple la moraleja del epitafio que dice: “Aquí yace uno que no supo para que vivía”. Entender el sentido común de la vida, es entender a Jesucristo. Moisés entiende la ley y la profecía en Jesucristo: “Y enviará á Jesucristo, que os fué antes anunciado: Al cual de cierto es menester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo. Porque Moisés dijo á los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; á él oiréis en todas las cosas que os hablare. Y será, que cualquiera alma que no oyere á aquel profeta, será desarraigada del pueblo” (Hechos 3.20 al 23 – RVR1909). Volvemos a la parábola de la planta que no es plantada por Dios Padre Celestial, entonces es desarraigada, o sea, no basta con ser oyente, sino que se requiere ser un eficiente y fiel escucha de Jesucristo, para obedecer decididamente el mensaje de la voluntad de Dios Padre, porque Jesucristo además de Hijo, es el mensajero principal de Dios Padre y es el jefe del Séquito Celestial de los seres celestiales que son decididos a obedecer fieles y leales por siempre a Dios Padre, en cualquier circunstancia de la existencia dentro del espacio y tiempo de Dios.

 

         ¿Quiénes entienden o se quedan sin entendimiento entre las gentes y los discípulos de Jesucristo? Es un asunto de cada persona, la posibilidad de alcanzar la capacidad de crear y hacer auto conciencia, según el interés de cada quien en conocer el sentido común de Jesucristo, cuya causa atenuante se reduce en la decisión o determinación en firme al obedecer a Dios, demostrado por cada persona con los atestados de vivencia cotidiana, las acciones, actos, comportamiento y conducta, según el ejemplo y modelo de vida en Cristo: “Porque no somos como muchos, mercaderes falsos de la palabra de Dios: antes con sinceridad, como de Dios, delante de Dios, hablamos en Cristo. ¿Comenzamos otra vez á alabarnos á nosotros mismos? ¿ó tenemos necesidad, como algunos, de letras de recomendación para vosotros, ó de recomendación de vosotros? Nuestras letras sois vosotros, escritas en nuestros corazones, sabidas y leídas de todos los hombres; Siendo manifiesto que sois letra de Cristo administrada de nosotros, escrita no con tinta, mas con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 2.17 al 3.3 – RVR1909).

 

           Para continuar con la simbología y su significado, todo ser humano sin excepción nace con la característica y cualidad corporal y fisiológica, de tres componentes o dispositivos biológicos y genéticos que regulan el funcionamiento de ciertos procesos orgánicos, a saber, un cronómetro interno de vida, un chip de temperamento vivencial y una brújula de orientación o sentido de la vida. Todo esto atañe a un análisis vinculado a lo científico y a la medicina, para mitigar las enfermedades y preservar la salud, esto afecta en el comportamiento y conducta de la persona, en su decadencia o en la superación, tanto en el aspecto natural, espiritual y celestial. Así como una embarcación naufraga o pierde su rumbo debido a la corriente, marejada o viento. Pero en el orden establecido para los terrenales, primero es lo natural, luego lo espiritual y por último lo celestial, aunque corresponde a un ciclo originado desde lo celestial, con los ángeles indecisos cuando se presenta la caída de los ángeles. Lo natural está asociado al cronómetro interno de vida, lo espiritual al chip de temperamento vivencial y lo celestial a la brújula de orientación o sentido de la vida. Aunque estos componentes o dispositivos biológicos y genéticos se traen de nacimiento, en forma innata, se conservan activos y funcionales, según las oportunidades, particularidades y vivencias de cada ser humano. Inclusive podría afectar la zona geográfica terrestre, las costumbres, creencias, cultura, doctrinas, economía, educación, entretenimiento, filosofías, información, mitos, modas, religión, tecnología, telecomunicaciones y tradiciones.

 

         Algunos en su propia creencia, prefieren definir la muerte como consecuencia del pecado y como un accidente espontáneo y sorpresivo inevitable de la vida, a manera de un temporizador de vida donde el tiempo está definido y establecido desde el inicio del nacimiento. El entendimiento de un cronómetro tiene la activación del tiempo inicial pero indefinido, porque la finalización del tiempo no se establece desde el inicio, sino que se requiere una nueva acción para detener el tiempo, en este caso es solamente Dios Padre quien tiene el control en sus manos, del cronómetro interno de vida de cada persona. Por ejemplo, Jesucristo en mención de ciertos acontecimientos dice que únicamente lo sabe Dios Padre en su sola potestad, así es el momento de la muerte de cada persona: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo” (Marcos 13.31 al 33 – RVR1909). Se espera el tiempo del fin como acontecimiento determinante de la segunda venida de Jesucristo, pero la realidad es que el tiempo del fin hace alusión a una situación global, mientras que la muerte es el tiempo del fin para cada persona en un sentido de individual en lugar de colectivo. Paralelamente el pasaje mencionado anteriormente indicaba lo sucedido en la destrucción de Jerusalén y del Templo, alrededor del año 70 después de Jesucristo, debido a las diferencias discutidas por los especialistas en relación con el conteo del año cero o inicio real de la primera década de la era cristiana.

 

         El sentido común y comunitario de Jesucristo tiene su fundamento con base en la habilidad del compartir en el bien común, asociado a la cooperación, equidad, justicia, servicio voluntario, solidaridad y subsidiariedad, por ejemplo, los bancos de distribución de alimentos y las brigadas o misiones de auxilio médico. Este compartir  en la actualidad se explica con lo que llaman el empoderamiento de la resiliencia, o sea, asumir con flexibilidad situaciones difíciles y sobreponerse con superación y trabajo a las mismas, a través de resistir sin ruptura de la honestidad y honradez. Esta situación se presenta especialmente cuando la persona se encuentra en la condición de desfavorecido en los escasos recursos económicos o laborales, que le perjudican en una mala distribución equitativa y justa de la riqueza. Un factor influyente es el desempleo o desocupación laboral sin remuneración ganancial o salarial. Jesucristo comparte su conocimiento, enseñanza y mensaje para provocar el amor de Dios, compasión, humildad, justicia, mansedumbre, misericordia, paz y santidad. Este sentido común y comunitario promovido y propuesto con la guía de Jesucristo, mediante la autoridad de Dios, la influencia del Espíritu Santo y el conocimiento celestial transmitido por Jesucristo, se menciona desde el primer siglo de la era cristiana:

“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones. Y toda persona tenía temor: y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas comunes; Y vendían las posesiones, y las haciendas, y repartíanlas á todos, como cada uno había menester. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón, Alabando á Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día á la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2.42 al 47 – RVR1909).

 

         El factor de comunión y unidad manifestado por la comunidad de fe del primer siglo de la era cristiana, tiene su legado, cimiento y trascendencia en la enseñanza y mensaje de Jesucristo: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas las cosas les eran comunes. Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y gran gracia era en todos ellos. Que ningún necesitado había entre ellos: porque todos los que poseían heredades ó casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido, Y lo ponían á los pies de los apóstoles; y era repartido á cada uno según que había menester” (Hechos 4.32 al 35 – RVR1909). En este sentido común y comunitario transmitido por Jesucristo, entra en función el componente o dispositivo biológico y genético que comparamos con un chip de temperamento vivencial, para hacer prevalecer el temple, carácter y personalidad necesarios, con el esfuerzo y fortaleza de la perseverancia constante y firmeza hasta el fin. El temperamento, analógicamente se trae estable y permanente de fábrica, sin posibilidad de modificar o variar, solamente con la ayuda de Dios Padre mediante su Hijo Jesucristo se podría cambiar, inclusive algunas personas conservan igual su temperamento desde que nacen hasta que mueren, sin embargo, la palabra menciona los frutos del Espíritu Santo, indispensables en la espiritualidad para trascender a lo celestial: “Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, Mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5.22 al 23 – RVR1909). La rigidez de la ley del temperamento no prevalecerá contra la influencia e intervención del Espíritu de Dios Padre. Este cambio de temperamento requiere una conversión o reversión de pensamiento, de terrenal a celestial, para semejar a la mente de Cristo: “Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2.15 al 16 – RVR1909).

 

         La brújula de orientación o sentido de la vida es la guía de Jesucristo que tiene la persona, para no perder el norte, ni perder el rumbo, para no desviarse del Camino de Jesucristo. Esta brújula es Jesucristo mismo, o sea, la brújula más que espiritual, es celestial, porque el enfoque está centralizado en Jesucristo. Todo ser humano tiene la oportunidad de esta brújula de orientación o sentido de la vida, lo que pasa es que hay muchos distractores y ruido que alteran este enfoque y hay pérdida del rumbo y salida del camino. ¿Qué pasa con aquellos que nunca han escuchado de la existencia de Jesucristo? Ningún ser humano desde la existencia histórica de la humanidad terrenal, puede alegar desconocimiento y tratar de justificar lo injustificable, porque el origen de la indecisión de cada ser viene desde la caída de los ángeles. El ejemplo y modelo de vida es Jesucristo, en su primera venida a este mundo, Jesucristo ya tenía preexistencia. Así también preexistía todo ser humano, porque en la historia de la humanidad encontramos quienes sin salirse del camino de Dios, hacen su voluntad y agradan a su Creador. El propósito de la existencia del ser humano, es dar una segunda oportunidad a todos los seres celestiales indecisos en aquella rebelión contra el Creador, por parte de los ángeles que cayeron. Además de los caídos estaban los que se mantuvieron fieles y leales a Dios, pero entre los indecisos están los seres humanos. Ejemplos, como Abel decidido a obedecer a Dios, en el caso de Caín quien decide seguir al adversario y el mal. Otro ejemplo es Enoc: “De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adam, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares, A hacer juicio contra todos, y á convencer á todos los impíos de entre ellos tocante á todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y á todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Judas 1.14 al 15 – RVR1909).

 

         El conocedor desde el origen de los tiempos entiende el anuncio profético acerca de Jesucristo, quien es el Enviado, Mesías y Salvador: “Entonces Jehová Dios dijo á la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. Y Jehová Dios dijo á la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida: Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3.13 al 15 – RVR1909). Algunos podrían extrañar nuestra afirmación en otra ocasión, de que el adversario y rebelde ángel caído, líder de otros ángeles que también cayeron y fueron arrastrados, tuvo su segunda oportunidad de rectificar su yerro, que fue una equivocación más por descuido, por arrogancia y enaltecimiento, además de la ambición de aspirar un lugar superior sin respetar la autoridad de Dios Padre, contrario a lo demostrado por la obediencia, subordinación y sujeción de Jesucristo. Pero este ángel caído tuvo su segunda oportunidad en el Edén, cuando pudo dialogar con Adán y Eva e inducirlos hacia el bien, o sea, la decisión firme de hacer la voluntad de Dios. Lamentablemente, en forma obstinada, persiste en inducir al error, a la confusión, engaño y mentira. Adán y Eva hacen uso de su facultad de analizar, cuestionar e investigar, pero se dejan llevar por su duda e indecisión al obedecer a Dios, ejercen su capacidad de la toma de decisión.

 

         El árbol de la ciencia del bien y del mal, a manera de figura literaria o simbología, representa también las opciones de elección, a las que tuvo alcance Adán y Eva, no obstante, hay otro árbol de la vida que representa a Jesucristo, como esa brújula de orientación o sentido de la vida, para no perder el norte, el rumbo o el camino de Cristo, para salvación y vida eterna. Este mundo ofrece mucha distracción y ruido, la mayor bendición y prosperidad, es estar algún día con nuestro Señor Jesucristo en la vida eterna. Lo realmente sobrenatural de la vida actual es el amor incondicional hacia Jesucristo, ese amor que nos atrae y mueve para estar con el Señor, nuestro Salvador. Que el día de nuestra muerte corporal o fisiológica, sea un cerrar y abrir de ojos para subir con cuerpo transformado, como los ángeles decididos, al encuentro con la segunda venida de Jesucristo, acompañado de aquellos ángeles que se mantuvieron fieles y leales a la causa de Dios Padre, el Creador. Y así estemos con nuestro Señor por siempre y para siempre, antes y después, principio y fin: “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ó quién fué su consejero? ¿O quién le dió á él primero, para que le sea pagado? Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos. Amén” (Romanos 11.34 al 36 – RVR1909). La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor en Cristo Jesús, el amor de Dios Padre y su fuerza y poder del Espíritu Santo sea con vuestra intención de espíritu. Amén. Escrito y recopilación con amor por un servidor, Frederick Alberto Mora Quesada en https://www.neobiblismo.org/

Comentarios