2) El ser y la personalidad.

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La personalidad de los Discípulos de Jesucristo.

         La personalidad es el conjunto de las características y cualidades propias de cada persona que la distingue de las demás. La misma influye directamente en las funciones vitales de la salud corporal y mental, debido al estilo o modo de vida saludable, según la particularidad de cada persona, e influye también en la salvación personal de las promesas espirituales de vida eterna. El alma humana es esencialmente persona y vida, es decir, el ser humano como alma viviente es la combinación de una persona con vida. Desde la concepción, fecundación o procreación se constituye un integrante de la especie humana, tanto desde el punto de vista biológico y por la condición como alma viviente. Inclusive en el proceso de gestación a nivel de la combinación natural del ADN de los progenitores, la formación genética y fisiológica contiene un tipo de forma corporal en desarrollo, iniciado con la concepción.

 

         Existen muchos tipos de cuerpos, uno es el cuerpo del cigoto, otro el cuerpo del embrión y otro el cuerpo del feto, pero corresponden a un solo proceso corporal. Así como en la simiente vegetal, uno es el cuerpo de la semilla y otro es el cuerpo de la planta y otro es el cuerpo del árbol, de principio a fin corresponde a un solo proceso: “Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, acaso de trigo, ó de otro grano: Mas Dios le da el cuerpo como quiso, y a cada simiente su propio cuerpo” (1 Corintios 15.37 al 38 – RVR1909). Hay diferentes tipos de cuerpos y tipos de energía presentes en los cuerpos, con la función de realizar el cambio y la transformación.

 

         El inicio de la concepción genera el crecimiento y desarrollo de una memoria energética microscópica, así como a nivel celular y neuronal hay almacenamiento y transmisión de información. Esta memoria energética es indispensable para la formación del ser humano, en su paso de cigoto, embrión y feto, su función posibilita la determinación de las características y cualidades fisiológicas, pero también la facultad de trascender la personalidad manifestada en el transcurso de la vida sucesiva, fuera del vientre de la madre. Ejemplo presentado en Juan el Bautista y en Jesús:

“Y aconteció, que como oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fué llena del Espíritu Santo, Y exclamó a gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde esto á mí, que la madre de mi Señor venga á mí? Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación á mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas1.41 al 44 – RVR1909).

         Se presenta una manifestación de emociones y sentimientos en Juan el Bautista desde el vientre, cuando su madre Elisabet tiene apenas seis meses de embarazo: “Y he aquí, Elisabet tu parienta, también ella ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes á ella que es llamada la estéril:” (Lucas 1.36 – RVR1909).

 

         La energía es fuerza y poder para producir un efecto, a nivel de memoria energética en la formación del cigoto, embrión y feto, hay un proceso de crecimiento, desarrollo, nutrición y reproducción, con la contribución de los genes. Ahora bien, en el caso de la energía como alma viviente, es la fuerza de inteligencia, sensibilidad y voluntad que involucra las emociones y sentimientos inherentes al ser humano. Todo esto es innato, o sea, desarrollado y formado antes del nacimiento de la persona y su composición inicial, biológica, genética y fisiológica, tiene componentes previos utilizados en la formación de las neuronas. Se mezcla la forma de energía de la materia del ser vivo, con el componente inmaterial de lo que no es físico sino espiritual, por ejemplo, la intención y motivo que se trae al nacer y manifestado con las reacciones posteriores en la niñez.

 

         Un claro ejemplo es la presencia del amor o su ausencia en el desamor, visible en el egoísmo, la envidia, el odio, el resentimiento y la venganza. La memoria energética no transmite por heredad genética la simiente del bien o del mal, sino una especie de código común para cada ser humano en formación, originado y transmitido genéticamente de forma connatural (congénito), desde el principio con Adán y Eva (causa desencadenante), y con el contenido de la duda e indecisión al obedecer a Dios. Por esta razón desde la niñez se requiere instrucción de la palabra de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4.12 – RVR1909). El ser humano es un ser de vida integral en lo corporal y en lo mental, el corazón representa la manifestación de sus emociones y sentimientos generados por sus pensamientos e intenciones.

 

         Existen distintas formas de energía transformables, o sea, energías con la posibilidad de cambiar a otro tipo de energía. El espíritu es la energía o fuerza vital, asociado a la fuerza de voluntad, conocido como el principio generador de la intención y motivación personal. Este tipo de energía nos anima e infunde esfuerzo y vigor, para contribuir con el proceso mental de activar y concienciar a la persona en sus actividades cotidianas. Así como es el espíritu energético de la persona así es su intención y motivación. El componente material de apoyo utilizado por el espíritu de vida es el aire u oxígeno, junto con la función de respiración del ser humano, además de la oxigenación que bombea el corazón a todo el cuerpo con la sangre rica en oxígeno. El espíritu como energía puede llegar a la impureza o a la santificación, además de consagración para honrar a Dios el creador. Por ejemplo, Jesucristo preexistía antes de ser enviado por Dios Padre en su primera venida, con anticipación era anunciado proféticamente acerca de su misión encomendada, su intención personal (Espíritu de Cristo) sirve de inspiración para otros que siguen su ejemplo de vida:

“Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salud de vuestras almas. De la cual salud los profetas que profetizaron de la gracia que había de venir á vosotros, han inquirido y diligentemente buscado. Escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir á Cristo, y las glorias después de ellas” (1 Pedro 1.9 al 11 – RVR1909).

 

         Dios Padre delega en Jesucristo toda la potestad, para libertar al ser humano de la naturaleza de la duda e indecisión congénita al obedecer a Dios, contenida dentro de la esencia caracterizada de forma o manera particular, según el aspecto de la personalidad de cada individuo, y que depende de los factores afectivos, característicos, emocionales y sentimentales con lo cual se le puede conocer, determinar o identificar, en su ser y en el reaccionar.

 

         Hay diferencia entre el concepto o noción de espíritu y espiritualidad. El ser humano por naturaleza tiene la energía e intención del espíritu, con las funciones mentales del intelecto y de la racionalidad, pero con estas funciones solamente se adquiere conocimiento que atañe a la vida natural, en el sentido de las cuestiones de ocupación y subsistencia, como de agricultura, alimentación, arte, ciencia, comercio, comunidad local, cultura, deportes, educación, economía, emprendimiento, esparcimiento, estudio laboral, profesional y técnico, familia, financiamiento, industria, negocio, política, salubridad, sociedad en general, tecnología y trabajo. Estos elementos están contenidos básicamente en cada gobierno, población y territorio de las naciones a nivel mundial. ´

 

         En el caso de la espiritualidad corresponde a la persona desapegada a lo material y terrenal, mediante la consagración y santificación, entendida en las cuestiones de Dios, practicante de los principios y valores del evangelio y reino de Dios, además de ser una persona portadora del conocimiento espiritual, culta y educada en la lectura de la palabra de Dios, que reconoce la excelencia y superioridad de la Sagrada Escritura, sensible en ayudar a los demás y experta en el ejercicio de la religión pura y sin mancha, en hacer el bien y la justicia, apartado de la maldad y del pecado: “La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha de este mundo” (Santiago 1.27 – RVR1909). Especialmente en nuestro contexto, la espiritualidad es el paso previo para trascender al conocimiento celestial de Jesucristo. Por cierto, más que una importancia eclesiástica o religiosa, la espiritualidad es seguir y servir a Jesucristo como el camino para la salvación y vida eterna. Es demostrar con acciones la fidelidad de auténtico o genuino discípulo de Jesucristo, en relación con su ejemplo, mensaje y modelo de vida. La palabra de Dios dice acerca de Jesucristo:

“Y llamando á la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de él, cuando vendrá en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Marcos 8.34 al 38 – RVR1909).

 

         En relación con la constitución del ser humano, en su composición corporal, propiedades eléctricas, físicas y magnéticas, se contienen elementos esenciales compuestos por los átomos y las moléculas, para los procesamientos químicos del organismo natural, y con fuerzas de enlace químico y de atracción. Semejante a los procesos en lo corporal, así sucede en lo espiritual, a través del ejemplo y la práctica, se irradia y propaga un efecto que influencia en la conducta y comportamiento de otros, también mediante el estímulo y la reacción de la inteligencia emocional y social, además de la impresión anímica o psíquica determinada por los sentimientos. La integración de la persona abarca los aspectos anatómicos, biológicos y psicológicos, que inclusive en algunos casos se podría presentar una alteración y patología anatómica, por causa de las acciones y reacciones de las emociones y sentimientos. Por consiguiente, puede resultar en una alteración psicológica, por la condición, comportamiento y estado de la conciencia. Por esta razón, según la gravedad y deficiencia orgánica, a nivel de psiquiatría se ayuda con tratamientos químicos de los medicamentos.

 

         Esto significa que hay una complementariedad, integración y relación entre lo corporal y lo espiritual, o sea, entre el cuerpo, conducta y comportamiento. El alma humana es la persona con vida, que se compone del cuerpo y espíritu de vida, en otras palabras de cuerpo con las funciones de la respiración y de la mente. Pero la espiritualidad viene a ser la forma de conducirse y comportarse, con la dirección y guía de Dios, para cumplir su obediencia sin duda ni indecisión: “Así ha dicho Jehová, Redentor tuyo, el Santo de Israel: Yo Jehová Dios tuyo, que te enseña provechosamente, que te encamina por el camino que andas” (Isaías 48.17 – RVR1909).

 

         Otra analogía o relación de semejanza entre lo corporal y lo espiritual, atañe a la capacidad o cualidad de cambio. Por ejemplo, el metabolismo del conjunto de reacciones bioquímicas y procesos fisicoquímicos a nivel celular y en el organismo en general, presentan la posibilidad de cambiar químicamente la esencia o naturaleza de ciertas sustancias, con procesos acoplados que utilizan la energía. En el caso de lo espiritual se requiere para el cambio de la persona, los procesos interrelacionados de arrepentimiento, conversión y resarcimiento, mediante las acciones de consagración y santificación. Esto contribuye a contrarrestar o al menos mitigar moralmente, el orgullo y la soberbia, resultado de la duda e indecisión al obedecer a Dios. Lo cual se arrastra genéticamente por generaciones en la memoria energética heredada desde Adán y Eva, nuestro origen en la especie humana: “Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos los vivientes” (Génesis 3.20 – RVR1909).

 

         Este es nuestro origen o principio como linaje humano o conjunto de todos los descendientes de Adán y Eva: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay,… pues él da a todos vida, y respiración, y todas las cosas; Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra…” (Hechos 17.24 al 26 – RVR1909). La pregunta es: ¿fueron creados Adán y Eva con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios? Para encontrar una respuesta se necesita analizar el antes y el después de Adán y Eva. Antes fueron creados a imagen de Dios: “Y crió Dios al hombre á su imagen, á imagen de Dios los crió; varón y hembra los crió” (Génesis 1.27; 9.6 – RVR1909). Posteriormente en la genética se transmiten los genes encargados del envejecimiento, entonces los descendientes de Adán pasan a ser a su imagen mortal, en lugar de la imagen eterna de Dios: “Y vivió Adam ciento y treinta años, y engendró un hijo á su semejanza, conforme á su imagen, y llamó su nombre Seth” (Génesis 5.3 – RVR1909). El resto de la creación sufre también el envejecimiento:

“Dije: Dios mío, no me cortes en el medio de mis días: Por generación de generaciones son tus años. Tú fundaste la tierra antiguamente, Y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, y tú permanecerás; Y todos ellos como un vestido se envejecerán; Como una ropa de vestir los mudarás, y serán mudados: Mas tú eres el mismo, Y tus años no se acabarán. Los hijos de tus siervos habitarán, Y su simiente será afirmada delante de ti” (Salmos 102. 24 al 28 – RVR1909).

 

         La imagen de Dios es su eternidad y se hace una referencia a su semejanza: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza;” (Génesis 1.26 – RVR1909). La alusión a la semejanza se refiere a la santidad porque Dios es Santo: “Como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1.14 al 16 – RVR1909). La ignorancia de la voluntad de Dios es duda e indecisión a su obediencia. En el caso de Adán y Eva dejaron de ser libres y perfectos de la culpa, o sea, cometen voluntariamente la desobediencia ante Dios, por causa de esta duda e indecisión de obedecer. La aquiescencia es el consentimiento y conformidad sufrido entre Adán y Eva, antes de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, se relajan y tranquilos desafían la voluntad de Dios, alegando que la fidelidad y obediencia a Dios es una decisión personal, sin importar las consecuencias, en lugar de tener una firme decisión de obedecer a Dios sin ningún tipo de duda. Por ejemplo, Jesucristo dijo: “Mas yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5.28 – RVR1909).

 

         Así fue el caso de Adán y Eva, el comer del fruto fue cuestión de tiempo, la disposición ya estaba en la mente y voluntad, nuevamente reiteramos, el corazón representa la manifestación de sus emociones y sentimientos generados por sus pensamientos e intenciones: “Y vió la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable á los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también á su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3.6 – RVR1909). Adán y Eva pierden la virtud especial de estar y ser dedicados a Dios, porque toman su propio camino sin santidad, ejercen su derecho al libre albedrío, y se apartan de los deberes y obligaciones de la relación con Dios. Su castigo es transmitir genéticamente los genes del envejecimiento, debido a la mortalidad, pero con las aspiraciones de su dependencia a Dios para llegar a recibir vida eterna, mediante la santificación de la espiritualidad a través de Jesucristo: “Bendito el Dios y Padre del Señor nuestro Jesucristo, el cual nos bendijo con toda bendición espiritual en lugares celestiales en Cristo: Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor;” (Efesios 1.3 al 4 – RVR1909). Para volver a restaurar la semejanza en santidad del ser humano con Dios, es requisito indispensable cumplir con la palabra de Dios: “Así que, amados, pues tenemos tales promesas, limpiémonos de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en temor de Dios” (2 Corintios 7.1 – RVR1909).

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Frederick Alberto Mora Quesada 4 años

Temas La personalidad de los Discípulos de Jesucristo:
1) El conocimiento e inteligencia esencial de la persona.
2) El ser y la personalidad.
3) El temperamento con la patología de la duda e indecisión connatural (congénita) al obedecer a Dios.
4) El Origen del bien y del mal. El origen del egoísmo, la envidia y el odio.
5) El amor, la justicia y el temor de Dios.
6) La teoría del paradigma y la percepción.
7) El ego humano frente al Dios Yo Soy.
8) El libre albedrío humano frente a la voluntad de Dios.
9) El explorador bíblico y la potencia.
10) El afecto y el estado de ánimo.
11) La intención, motivación y voluntad.
12) La virtud: los principios y valores.
13) Los atributos o cualidades.
14) Las actitudes y el carácter.
15) Las emociones y sentimientos.
16) El comportamiento y la conducta.
17) El conflicto y las pruebas de la vida.
18) La comunión y el respeto a la autoridad de Dios.
19) El arrepentimiento, conversión y resarcimiento.
20) La estabilidad, madurez y perseverancia.
21) La dignidad íntegra de la persona.
22) La responsabilidad de los deberes u obligaciones ante Dios.
23) El empoderamiento de la espiritualidad y santidad.
24) La distorsión, distractores y ruido.
25) La declaración, dedicación y reconocimiento a Jesucristo.
26) La perversidad diversa: arrogancia, desvergüenza e insolencia ante Jesucristo.
27) La fidelidad y lealtad a Jesucristo en la Edad del Calentamiento Global.
28) Volver al sentido común y comunitario de Jesucristo.
29) El acompañamiento celestial.
30) El conocimiento actitudinal y el desarrollo personal.
31) Cambio de mentalidad y sensibilidad espiritual.
32) Trascendentalismo celestial y la combinación de intuición - razón.
33) La concienciación de la conciencia.